Por: José Carlos García Fajardo.
La Federación
Internacional de los Derechos Humanos denunció que el gobierno de Estados
Unidos se ha negado a considerar a los presos de Guantánamo como prisioneros de
guerra y no les ha sido imputado crimen alguno.
Guantánamo es el nombre de la localidad donde se
levanta la base que Estados Unidos controla en suelo cubano desde hace 90 años.
El primer contingente de 680 prisioneros llegó a esa base el 11 de enero
de 2002. Desde entonces, los prisioneros han permanecido detenidos en calidad
de "combatientes ilícitos", lo que según Washington le permite desoír
el contenido de la Convención de Ginebra, de 1949, sobre la detención y
tratamiento de los prisioneros de guerra.
La desesperante situación de los presos de
Guantánamo intentaron apoyarla en el marco de la política exterior que
emprendió George W. Bush. Necesitaba un casus belli que le
llegó con los ataques terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York y al
Pentágono. Hoy nadie duda de que entonces los arsenales de armas así como la
industria pesada norteamericana estuvieran preparados para la “reconstrucción”
de un país de Oriente Medio que antes tendrían que invadir. De hecho se
bombardearon instalaciones claves en Iraq previamente seleccionadas para ser
“reconstruidas” por el club de los socios de la familia Bush. Fue la puesta en
escena de una cruzada de invasión, cambio de regímenes, ocupación e imposición
de la democracia liberal, tal como lo entendían Bush y los halcones de la Casa
Blanca en su día, y hoy amenaza con imponerse por el siniestro equipo de
gobierno que anuncia el Presidente Trump.
Los reclusos en Guantánamo nunca fueron tratados
como "prisioneros de guerra", porque implicaría protección y respeto
a sus derechos. Tampoco como "delincuentes" o "criminales",
lo que representaba el derecho a un rápido y justo juicio frente a un jurado
imparcial, además de un abogado que los defendiera. Las pocas imágenes que
conocimos del campo consternaron a la opinión mundial. Se los vio llegar con
los ojos tapados, los pies encadenados, maniatados, y en permanentemente
posición de rodillas. Y en un evidente estado de confusión, desorientación y
anonadamiento producto de las drogas con las que fueron tratados, según confesión
de algunos pocos liberados, de algún capellán militar y por la denuncia de
Amnistía Internacional, entre otras organizaciones. También la gran prensa
norteamericana denunció este terror, empezando por The New York Times, que lo llamó "El escándalo en
Guantánamo"
Entre los presos también se produjeron más de 50
intentos de suicidio, y algunos de los liberados permanecen con secuencias
mentales y físicas irreparables.
La Federación Internacional de los Derechos Humanos
denunció que el gobierno de Estados Unidos se ha negado a considerar a estos
presos como prisioneros de guerra y no les ha sido imputado crimen alguno.
Estados Unidos está vinculado por la normativa internacional en materia de
derechos humanos y por la ley humanitaria internacional, en particular el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Tercer Convenio de Ginebra,
que ha ratificado en ambos casos.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos determinó que los presos de Guantánamo tienen derecho
a ser protegidos por esos instrumentos jurídicos. El Convenio de Ginebra exige
que los presos sean tratados sin crueldad. Pero, "Las apretadas jaulas
metálicas recalentadas por el sol tropical de la base de Guantánamo parecen ser
de otra época más brutal", escribió un periodista inglés. "Es una
especie de GULAG caribeño y causaría inquietud si fuera de cualquier otro
país". Todos son musulmanes. Los presos no saben dónde están. Los están
interrogando las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia yanquis al
mando del general Miller que fue enviado a Bagdad para endurecer los sistemas
de interrogatorio “como hacemos en Guantánamo con gran eficacia”. Recordemos el
espanto de las torturas en la prisión militar norteamericana de Abu
Ghraib, en Iraq y denunciada por una cadena de televisión en 2004. Su
nombre, Camp redemption.
La Convención de Ginebra dice que los prisioneros de
guerra no tienen que someterse a la interrogación. Pero Estados Unidos
considera que sacarles información era crucial para la “guerra contra el
terrorismo”.
¿No es el deber de toda la gente de conciencia
oponerse a los crímenes que se cometen en Guantánamo? Esa fue la promesa que
hizo el Presidente Obama desde la campaña que le llevó a su primera elección y
que volvió a repetir en la segunda. Pero los poderes fácticos, los lobbies y la
entraña que mueve y lleva a la presidencia de Estados Unidos de un tipo como
Donald Trump, ha impuesto que hombres sin ser juzgados todavía sigan en ese
infierno de Guantánamo, desde aquel nefasto 11 de enero de 2002. Y nosotros
debemos que considerarnos heridos en esa tortura que padecen seres humanos en
prisiones clandestinas, centros de tortura en países sin garantías jurídicas
manipuladas por agencias incontrolables de Estados Unidos.
Nota: José
Carlos García Fajardo es
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director
del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS). Twitter: @GarciaFajardoJC
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