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viernes, 23 de diciembre de 2016

El origen pagano de la Navidad


Por: Javier Coria. Fotos: Francesc Sans.

¿Corresponde la Navidad a un hecho histórico? ¿Nació Jesucristo un 25 de diciembre? ¿Existieron los Reyes Magos? Estos y otros enigmas rodean las fiestas más entrañables, cuyos orígenes, para mayor paradoja, estarían en las festividades paganas que rendían culto al sol y en los ritos de fecundidad.

EL ORIGEN PAGANO DE LA NAVIDAD

La celebración de la Navidad el 25 de diciembre es la cristianización de las fiestas paganas que conmemoraban el solsticio de invierno en el hemisferio norte; como es el caso del Yule, de los celtas y nórdicos, una fiesta invernal del norte de Europa que celebraba el nuevo ciclo quemando troncos adornados con cintas. En el Yule o Jul se celebraba la Rueda del Año, el comienzo del nuevo año. La rueda es un símbolo solar al que se pedía que alejara el invierno, la muerte y trajera el sol, la vida. En Persia el culto al Dios Mitra, la divinidad de la luz y los contratos sagrados, se celebraba el 25 de diciembre, ya que dicho Dios nació de una piedra en esa fecha según cuenta la leyenda. El mitrísmo tenía cosas en común con el cristianismo como el bautismo, la festividad del domingo, el agua bendita o la adoración de los pastores en el nacimiento de su Dios. Los griegos identificaron a Mitra con el Dios solar Helio y fueron los responsables de la expansión de su culto. En la religión romana, el sol era una antigua divinidad cuyo culto era muy modesto y que protegía a los agricultores, se celebraba el día 9 de agosto. Pero fue tomando importancia por la influencia de las religiones orientales como el citado culto a Mitra. Pero es en la época de los emperadores Heliogábalo (c. 204-222) y Aureliano (c. 212-275) cuando estos cultos fueron asumiendo a otras divinidades y adquirieron mayor relevancia, no en vano Heliogábalo fue sacerdote del Dios Sol en Emesa, la actual Homs, al oeste de Siria. Fueron estos emperadores los que fijaron el 25 de diciembre como Natalis Solis Invicti, nacimiento del Sol Invicto.

En Egipto, el 6 de enero se honraba el nacimiento de Osiris, Dios de la vegetación y que muere y renace constantemente y rige en el inframundo de los muertos. Pero como padre de Horus Dios de la luz, tiene una simbología de renacimiento. La fiesta pagana más cercana a las celebraciones navideñas occidentales fueron las Saturnales romanas dedicadas al Dios Saturno. Aunque comenzó durando un sólo día, los sucesivos emperadores fueron añadiendo días hasta que, con Domiciano (51-96), se unieron con los Sigilaría y duraban del 17 al 23 de diciembre. Se daba la libertad a algunos esclavos que se sentaban a la mesa de sus señores, se aplazaban ejecuciones y operaciones militares y se realizaban banquetes públicos donde se intercambiaban regalos. Poco a poco la fiesta se fue desenfrenando y en nuestros días la palabra saturnal se aplica a orgías y fiestas sin control. En la primera mitad del siglo IV, la Natividad y la Epifanía se celebraban juntas, el 6 de enero en las iglesias Orientales y el 25 de diciembre en la iglesia de Roma. Asimiladas estas fiestas por las navidades cristianas, empezaron a celebrarse por separado.

Belén en la Plaza Sant Jaume de Barcelona

LOS REYES MAGOS

La fiesta de la Epifanía del 6 de enero es más antigua que la propia Navidad. Aunque no es el objeto de este trabajo profundizar en sus orígenes, si que vamos a tratar sobre los Reyes Magos y el rito de las ofrendas convertido hoy en la tradición de los regalos navideños. Personajes que reparten regalos en Navidad y Año Nuevo, los encontramos en diversas culturas y leyendas locales, son el caso de Tomte, el espíritu nórdico que reparte regalos entre los niños. La bruja Befana que hace lo propio con los niños italianos; los gnomos; el Sinter Klaas holandés; el Father Christmas británico; el Rey Sagrado; el Dios céltico del Año Viejo... Sobre los Magos de Oriente, sólo en el Evangelio canónico de san Mateo se habla de ellos: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos...” (Mt. 2,1). Es desde los Evangelios apócrifos de donde nos llega a la tradición cristiana de la adoración de los reyes y otros aspectos del nacimiento de Jesús. Pero en el citado Evangelio, como en el apócrifo Proto-Evangelio de Santiago, no se dicen los nombres, ni el número ni de qué territorios eran reyes.

Durante los primeros siglos estos personajes sólo eran magos, el término griego magoi se aplicaba en aquellos tiempos a ocultistas, astrólogos o a los augures sacerdotales de la religión zoroástrica. Precisamente en el apócrifo Evangelio Árabe de la Infancia se habla de las profecías de Zoroastro (Zaratustra) sobre el nacimiento de un Mesías nacido de una virgen. El creciente desprestigio del concepto de mago en aquellas épocas, la magia está prohibida en los textos bíblicos, hizo que se cambiara lo de mago por Reyes de Oriente y, sus gorros frigios de astrólogos y sacerdotes de Mitra, se tornaran coronas. Tertuliano (c.160-220) ya les da el apelativo de reyes en uno de sus textos de la forma siguiente: “Nam et Mago reges habuit fere Oriens”. Aquí se nos plantea otro de los misterios que rodean a estos personajes, su lugar de origen. El vocablo mogu es persa y significa astrólogo y es en Persia donde se fundó el zoroastrismo. Otros comentaristas bíblicos los sitúan en Babilonia donde la astrología tenía gran predicamento y la presencia de una numerosa colonia judía podrían haber enseñado a estos nobles los vaticinios mesiánicos. Más antigua es la hipótesis de que procedían de Arabia o el desierto de Siria; esta teoría se apoya en los presentes que eran propios de Arabia, y en los dromedarios o camellos que utilizaban las caravanas árabes.

En la cuestión de los nombres de los Reyes Magos tampoco hay unanimidad. Los griegos los llamaban Apellicon, Amerim y Serakin; los sirios Kagpha, Badalilma y Badadakharida; los etíopes Ator, Sater y Paratoras, etcétera. Los nombres con los que los conocemos en España, aparecen por vez primera en el siglo VI en un mosaico bizantino encontrado en Rávena (Italia) con la leyenda: “Veneradísimos, Balthassar, Melchior y Gaspar”. Se nos presentan con la imagen con la que han llegado a nuestros días salvo en una cosa, Baltasar no es negro. El Santo inglés Beda el Venerable (c.673-735) hace una descripción de los reyes y el significado de sus presentes y describe a Baltasar como de tez morena pero no negro. Baltasar no fue negro hasta el siglo XVI, las necesidades ecuménicas de la iglesia así lo marcaron. Para ello se identificó a los Reyes Magos con los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet que, según el Antiguo Testamento, representaban a las razas humanas que poblaban el mundo, los europeos, los asiáticos y los africanos. La iconografía popular siguió añadiendo rasgos distintos a los reyes y los hay chinos, japoneses... En Portugal se representa a Baltasar como un indio amazónico.

Sobre el número de los magos tampoco se dice nada en los Evangelios Canónicos, aunque Mateo sólo cita tres presentes. En la iglesia copta de Egipto llegaron a ser sesenta, en Siria y Armenia eran doce como los apóstoles y las doce tribus de Israel. En las catacumbas romanas en los siglos III y IV se les representaban como dos o cuatro. Orígenes (c.185- c. 254) cita tres y este número es el que ha prevalecido hasta hoy.  Desde el siglo V, en occidente, se celebra la adoración de los Magos el 6 de enero, cuyas supuestas reliquias se conservan en la catedral de Colonia (Alemania). La costumbre de traer juguetes a los niños es reciente, del siglo XIX.

El Tió catalán que "caga" regalos a los niños

LA ESTRELLA DE BELÉN

“Después de oír al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que, llegada encima del lugar en que estaba el niño, se detuvo.” (Mt. 2,9). De esta forma nos indica san Mateo la aparición de la estrella de Belén en su Evangelio, en el de san Lucas no hay ninguna referencia a dicho fenómeno. Los comentaristas de la Biblia dicen que Dios hizo uso de las creencias supersticiosas (la astrología) de los Magos para guiarlos a Belén y son muchos los que buscan un hecho histórico que explique y sustente el mito. En aquella época, las creencias populares daban a los fenómenos astronómicos un poder profético que auguraba acontecimientos como guerras, cambios sucesorios, nacimientos de reyes o catástrofes. Quizá los textos bíblicos se refieren a las creencias de los Magos en las profecías que hablaban de la llegada de un mesías más que a un fenómeno concreto, ya que es muy raro que un fenómeno tan espectacular, sólo fuera recogido por uno de los evangelistas.

Los chinos y los babilonios tenían registros de cometas y novas y ninguno coincide con los años 8 a. C. y el 4 a. C. La diferencia de calendarios de unos y otros, el de Roma y el nuestro basado en el nacimiento de Jesús, hace el asunto harto difícil. El pintor Giotto representó la estrella con una gran cola de cometa, los chinos sí tenían registrado el paso del cometa Halley en el año 11 a. C., pero esto es muy anterior a los hechos que nos ocupan. El astrónomo Johanes Kepler, en 1606, propuso una teoría al observar una supernova, coincidiendo con la conjunción de los planetas Marte, Júpiter y Saturno; entre estos dos últimos, apareció la supernova. Después de complicados cálculos, Kepler constató que la conjunción de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, estando el Sol pasando por Piscis, sucedió en febrero del año 7 a. C., un fenómeno que los astrólogos babilonios conocían y que quizá inspiró al escritor bíblico para enfatizar la profecía sobre la llegada del nuevo Rey. La era y la constelación de Piscis están relacionadas con acontecimientos bíblicos como el rescate de las aguas de Moisés y, el pez, es un símbolo cristiano. El dibujo de un esquemático pez era una forma secreta de reconocerse entre los primitivos cristianos. Pez es Ichtus en griego, cuyas iniciales forman Iesous Christos Theou Uios Soter (Jesús Cristo, de Dios hijo, Salvador).

EL PESEBRE

Es en la Edad Media, cuando se incorporan a las fiestas navideñas tradiciones como los banquetes, los villancicos y la confección de belenes o pesebres. La iconografía popular que representa la adoración del niño Jesús en un establo con su pesebre, la mula y el buey, los pastores..., es consecuencia de las pinturas y tallas de unos artistas que se inspiraron en las descripciones de los Evangelios apócrifos, principalmente en el conocido como Pseudo Mateo. La iglesia se limita a seguir la tradición popular a pesar que la Biblia no dice nada sobre la mayoría de los elementos y símbolos que forman los pesebres que se montan en estas fiestas. Aunque el asno y el buey se citan en Isaías (1,3) y en Habacuc (3,2 versión “Itala”). En el año de 1223, san Francisco de Asís escenificó el nacimiento de Cristo en una cueva de la pequeña población de Rieti (Italia) con campesinos del lugar y el permiso del Papa Honorio III. Las figuritas de Belén más antiguas que se conocen, datan de 1252 y estaban en el monasterio alemán de Fussen. Aunque otros autores creen que el primer pesebre realizado con figuritas de barro, se hizo en Nápoles a finales del siglo XV. Fue Carlos III quién importó de Italia la costumbre de construir belenes con figuritas de porcelana que se hacía traer desde Nápoles. Pronto se extendió por España esta tradición que los franciscanos exportaron a América. Durante el siglo XVIII, los pesebres realizados con figuritas de porcelana napolitana, fueron un objeto de lujo entre la burguesía.

CURIOSIDADES NAVIDEÑAS

Navidades prohibidas: Que en su origen la Navidad estuviera asociada a ritos paganos con dioses, héroes y sus historias de nacimiento, muerte y resurrección, hizo que los más ortodoxos rechazaran estas celebraciones, unos por sus aspectos paganos y otros por sus aspectos católicos, también estaban los simples aguafiestas. Los puritanos ingleses que colonizaron la ciudad de Boston en 1630, llegaron a declarar ilegal la Navidad. En el mismo sentido, el parlamento inglés prohibió por decreto las navidades en 1644 por su carácter de “regodeo carnal”.  Se llegaron a requisar banquetes “ilícitos” que, seguramente, iban destinados a aumentar la gula de las autoridades confiscadoras. Bajo la regencia de Carlos II, en 1660 se restauraron. En ese mismo siglo y por espacio de dieciséis años, era una circunstancia agravante cometer un delito durante dichas fechas.

Los druidas, con el muérdago y la iglesia, con acebo: El muérdago es una planta semiparásita siempre verde que vive en los troncos de los árboles. Es un elemento presente en la ornamentación navideña y, en algunos países, tiene sus propias tradiciones. En Inglaterra preside la mesa de Año Nuevo, se cuelga del techo y según la tradición, la dama que se sitúa debajo puede ser besada por el galán que este presto y atento. En muchos países, entre ellos España, el muérdago se regala para desear buena suerte. Según la tradición debe situarse cerca de la puerta para alejar el mal fario y quemarse al año siguiente y sustituirlo por otro nuevo que debe ser siempre regalado y nunca comprado para uno mismo. El muérdago fue objeto de culto entre los antiguos galos y celtas y se le atribuían poderes mágicos y propiedades curativas, sobre todo la parte carnosa de sus bayas que era utilizada para emplastos y para cazar pájaros, cerrando así un ciclo porque, los pájaros, se alimentan de él y sus excrementos lo ayudan a crecer. Los druidas los recolectaban en diciembre para utilizarlo en sus ritos de fertilidad ya que representaba la regeneración, la masculinidad y la restauración del hogar. Para recoger el muérdago del roble sagrado, primero había que pedir permiso a la planta, hacerlo cuando la luna tenía seis días y cortarlo de un sólo tajo con una hoz de oro, era imprescindible que la planta no cayera al suelo. Su origen legendario la sitúa fuera del cielo y de la tierra, ya que sus raíces no tocan tierra y necesita ayuda para sostenerse en el aire. El color amarillo de sus ramas secas, se creía que era un catalizador para la búsqueda de tesoros ocultos.

Al contrario que el muérdago, el acebo es un símbolo de feminidad y su uso como planta ornamental navideña se atribuye a la iglesia católica, en un intento de contrarrestar la tradición del muérdago, demasiado asociado a los cultos paganos. Pero como en el caso del muérdago, el verdor de las hojas del acebo y sus bayas rojas, eran símbolo de fertilidad en la parte oscura y fría del año. El verde simboliza la tierra y el rojo el nacimiento y, junto con el blanco, son los colores druídicos por excelencia, por ello esta planta también fue utilizada por los celtas en sus rituales del solsticio.

El típico "caganer" de los pesebres catalanes

La imagen de san José: Las primitivas representaciones de san José, lo mostraban como un joven fuerte y sin barba. El creciente culto a la Virgen María, no sólo le dio un papel secundario en la iconografía, sino que lo fue envejeciendo paulatinamente hasta presentarlo como un anciano venerable. De esta forma se pretendía disipar cualquier sospecha sobre la virginidad de María, “virgen antes, durante y después del parto”, como señalan los dogmas marianos.

El cuarto Rey Mago: Esta es una leyenda muy antigua que se difundió por Europa y que narra las peripecias de Artabán, el cuarto Rey Mago. Al parecer, este personaje tenía la particularidad de llegar tarde a sus citas. Así lo hizo a la que tenía con los otros tres magos en el templo de Borsippa en Babilonia, problemas con su cabalgadura y su sentido de buen samaritano, le hicieron entretenerse para ayudar a un caminante que se había topado con unos bandoleros y sus compañeros partieron sin él. Su mala suerte le hizo llegar a Belén cuando la Sagrada Familia ya había partido hacía Egipto y los siguió incluso hasta Matarich sin encontrarlos. Durante treinta y tres años estuvo este hombre buscando al Mesías cuando por fin lo localizó en Jerusalén iniciado el Vía Crucis, pero un soldado romano le impidió el paso al Calvario. No obstante esta leyenda tiene un final feliz, como premio a sus esfuerzos por encontrarse con Jesús, se le apareció después de la resurrección. ¿Quizá este mago portaba el cuarto y misterioso presente que se cita en apócrifo Evangelio Armenio de la Infancia como el Libro de Seth?

FECHA DEL NACIMIENTO DE JESÚS

El 25 de diciembre se celebra la natividad de Jesucristo, pero... ¿nació Jesús un 25 de diciembre del año 1 de nuestra era? Todo parece apuntar a que no, y que la fijación del 25 de diciembre es una convención que no corresponde a ningún hecho histórico, la propia iglesia católica asume que dicha fecha es simbólica. Es en el primer Concilio de Nicea del año 325 donde se declara oficialmente la divinidad de Cristo ya que el Padre y el Hijo son lo mismo, fijándose el natalicio de Jesús durante el solsticio de invierno. Es en el calendario litúrgico conocido como Cronógrafo del 354 y compilado por Firius Dionisius Philocalus donde aparece por vez primera el 25 de diciembre como fecha del Natalis Invicti. Al principio se celebraban la Navidad y la Epifanía juntas, ya que se consideraba que Jesús nació y fue bautizado el 6 de enero, tradición que aún se conserva en algunas culturas. Luego se hizo coincidir la celebración del nacimiento de Jesús con los ritos paganos de adoración del Sol y de la luz que se realizaban en diciembre. Como recoge Pepe Rodríguez en su libro, en el siglo II, los cristianos sólo celebraban la Pascua de Resurrección, desconocían la fecha del nacimiento de Cristo y les parecía irrelevante. Durante el papado (del 236 al 250) de san Fabián, fue sacrílego intentar siquiera determinar dicha fecha, en aquellas épocas los teólogos se afanaban por celebrar el natalicio de Jesús totalmente diferenciado de otras fiestas paganas. Para ello, y basándose en los Evangelios, propusieron fechas tan dispares como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril..., el Papa Fabián terminó con tanta especulación de una forma expeditiva.

Pero entonces... ¿cuándo nació Jesús? Pues los datos nos indican que Jesucristo no nació el año 1 de la Era Cristiana, y que si seguimos el calendario cristiano, Jesús nació “antes de Cristo”. El error es el resultado de los cálculos hechos en el siglo VI por el monje Dionisio el Exiguo. Al hacer el cómputo del año primero de nuestra era, no tuvo en cuenta el número cero e hizo coincidir el nacimiento de Cristo con el año de la fundación de Roma en el 754. El historiador Flavio Josefo nos dice que Herodes murió después de un eclipse en la noche del 12 al 13 de marzo, un mes antes de la Pascua Judía. En el año 750 hubo un eclipse que coincide punto por punto con el relato de Josefo, por lo que, de momento, ya hay cuatro años de diferencia. De los cuatro Evangelios Canónicos, sólo los de san Mateo y san Lucas nos hablan muy someramente del nacimiento del Mesías. Como apunte, recordemos que Jesús no fue ni el primero ni el último en recibir el nombre de mesías, ya que este nombre se daba a algunos líderes de los zelotes que se oponían a la dominación romana y tenía un componente político, religioso y militar.  Pero siguiendo en el asunto que nos ocupa, los otros dos Evangelios, los de san Marcos y san Juan, nos presentan a un Jesús ya adulto. Mateo sitúa el nacimiento de Jesús en los días del rey Herodes el Grande y, como citamos más arriba, dicho rey ya había muerto cuando se dice que nació Cristo en el calendario occidental.

Lucas nos habla del edicto de César Augusto para que se empadronasen todos los judíos en su ciudad natal y de que Cirino era gobernador de Siria. Los censos tributarios realizados por Augusto fueron tres, uno en el año 28 a. C., otro en el 8 a. C. y el último en el 14 d. C. Por otra parte sabemos que Cirino fue gobernador no antes del 6 d. C., aunque desempeñó cargos desde los años 6 y 5 a. C. y quizá sea a estos cargos a los que se refiere Lucas. En definitiva, vemos que Mateo nos da una fecha para la natividad entre el 7 a. C. y el 5 a. C. Lucas da un margen más grande, del 8 a. C. al 14 d. C. El investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias, Mark Kidger, cree posible la fecha del 5 a. C., como año del nacimiento de Jesús. Otros sitúan el margen entre el año 8 y 6 de nuestra era. En lo que sí coinciden muchos investigadores es que esto ocurrió en la primavera o el verano, y no en una fría noche de diciembre cuando los pastores no realizaban sus labores en el campo y, según el Talmud, era el periodo del parto de las ovejas y los corrales estaban cerrados.

PAPÁ NOEL

La figura de Papá Noel es mucho más reciente y entronca con el acusado sentido comercial que hoy tienen estas fiestas. Aunque el mito se asienta en la figura medieval de san Nicolás de Bari (c. 305-345) y en diferentes tradiciones locales de origen multicultural, la figura de Papá Noel tal y como la conocemos data del siglo XIX y XX.  De la vida de san Nicolás se conoce poco y los relatos de sus hazañas no tienen base histórica y se mueven en el campo de la leyenda, se cree que nació en Patara, antiguo distrito de Licia en la actual Turquía. Posiblemente asistió al Concilio de Nicea, pero su leyenda se acrecentó cuando unos marineros robaron sus restos de Myra (Asia Menor) y los trasladaron a la ciudad italiana de Bari donde las reliquias adquirieron fama de milagrosas. Una de las leyendas, nos cuenta como el santo ayudó a tres hermanas cuyo padre, arruinado, no podía darles su dote para casarse. San Nicolás, a escondidas, depositaba monedas de oro en los calcetines que las jóvenes ponían en la chimenea para secarse. Una noche fue sorprendido por la más pequeña y de ahí se extendió la fama de benefactor del santo. Los vikingos lo tenían como su santo protector y es el patrón de Rusia, Grecia y Turquía. Es en el siglo XIII cuando la tradición de san Nicolás se extendió por los Países Bajos y fue nombrado protector de Ámsterdam. En el siglo XVII se instauró la tradición de que el santo llegaba en un barco llamado Spanje (España) acompañado por Zwarte Piet (Pedro el negro) con unos sacos llenos de regalos para los niños holandeses. Una vez vaciados los sacos eran llenados con los niños malos que eran traídos a España, en aquella época, un destino terrible dado la enemistad que existía entre los dos países.

Fueron los colonos holandeses los que llevaron estas tradiciones a Nueva Ámsterdam (la actual Nueva York). Las descripciones de Washington Irving en su Historia de Nueva York de 1809 y las de un poema de 1823 debido a la pluma del profesor de estudios bíblicos Clement C. Moore fueron perfilando la imagen del gordinflón barbudo y vestido de rojo con los que Papá Noel o Santa Claus es conocido. El dibujante de la revista Harper’s, Thomas Nast, le añadió varios detalles al mito como su taller en el Polo Norte y el traje de pieles, rojo y blanco. Sería en 1931 cuando la Coca-Cola adaptaría el personaje para su campaña de Navidad de aquel año. El dibujante Habdon Sundblon le dio la definitiva imagen que hoy conocemos. Curiosamente, la tradición de san Nicolás volvió a la vieja Europa desde la que había partido.

Árbol navideño en la plaza Sant Jaume de Barcelona

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

En centroeuropea y norte de España existió desde muy antiguo un culto al árbol y al bosque en general. La dendrología tiene diversos orígenes, uno de ellos de clara influencia celta, pero su culto no era sólo religioso, también tenía un significado en la vida social, política y legal. El roble era el árbol sagrado entre los celtas, el “Árbol del Solsticio” por excelencia que era adornado con manzanas y otras ofrendas. Y sus troncos eran quemados en diciembre para que cuidara los hogares con su fuego sagrado y guiara a los espíritus de los familiares fallecidos en su vuelta a casa. Este rito se conserva hoy día en los Pirineos aragoneses con la tradición de La Tronca, El Tió catalán o El Cepo de Nadal gallego, por citar sólo unos cuantos.  Sus cenizas servían para fertilizar los campos, curar heridas del ganado y como talismán benéfico contra toda clase de sortilegios. En el Antiguo Testamento también se habla de los árboles sagrados que eran utilizados para celebrar juicios y reuniones bajo sus copas. Los romanos colgaban máscaras del Dios Baco en los pinos en sus ritos de fertilidad.

Curiosamente, son muchos los que creen que la tradición de adornar los árboles en Navidad es una costumbre moderna y lejana de nuestras tradiciones populares, lejos de ello, los ritos y tradiciones botánicas navideñas se pierden en la noche de los tiempos de la vieja Europa y son más antiguos que la propia tradición del pesebre. Lo que pasa es que, aunque los ritos son ancestrales, la documentación sobre el árbol de Navidad es mucho más reciente que la que se refiere al pesebre. En Alemania y Suecia son los protestantes los que potencian el árbol en contra del Belén, incluso se llegaron a inventar leyendas sobre el árbol con el propio Martín Lutero como protagonista. Aunque en la propia Alemania coexistieron el árbol de Navidad y el Belén durante mucho tiempo.

En obras literarias como las que conforman el círculo artúrico y en romances bretones muy antiguos se describen árboles adornados con luminarias, estrellas y coronados con un niño Jesús simbolizando el Sol. Charles Dickens en su primera novela Las Aventuras de Pickwick de 1837 no habla del árbol en su descripción de una Navidad campesina, pero en 1869 en sus Nuevas Historias de Navidad hace un prólogo con un ensayo sobre esta tradición. Goethe en Werther habla de un árbol adornado con golosinas y las figuras del pesebre colgando que el protagonista vio en 1765 en la ciudad alemana de Leipzig.

Los primeros documentos que nos hablan del árbol de Navidad están fechados en los siglos XVI y XVII en Alsacia como nos indica Néstor Luján en un trabajo sobre este particular. Pero será en el siglo XVIII cuando la tradición se consolide en Estrasburgo y se extienda por Alemania. A Inglaterra llegó el árbol al palacio de Buckingham de mano de la reina Carlota, esposa de Jorge III. Desde entonces, aún se conserva la tradición en la que la ciudad de Oslo envía un abeto navideño a Londres para plantarlo en Trafalgar Square. Según nos sigue contando Luján, aunque en Alsacia el árbol navideño era una tradición muy antigua, en París no se conocía hasta que una española, la emperatriz Eugenia de Montijo y su esposo Napoleón III, lo pusieron de moda.

El árbol de las tradiciones germánicas y escandinavas se popularizó en el siglo XIX en Inglaterra, los inmigrantes protestantes llevaron la tradición a Estados Unidos y luego, como tantas otras cosas, volvieron estas costumbres a la vieja Europa aumentadas. En España es relativamente moderna la tradición del árbol, como lo son los adornos que los guarnecen, antiguamente estos adornos eran ofrendas como manzanas, galletas con forma de figuras, flores, lazos y velas como símbolo de la luz del solsticio para unos, o de la luz divina para otros.

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