LA ESOTÉRICA
VENERACIÓN AL "SANTET" DE POBLENOU
Por
Javier Coria. Fotos: Francesc Sans
Como muchas de las fiestas
religiosas que han llegado hasta nuestros días, la celebración del día de Todos
los Santos tiene un origen pagano. Concretamente en la celebración agrícola y
en recuerdo de los ancestros que era conocida por los celtas con el nombre de
Samhain. Es en estas fechas cuando un humilde nicho del cementerio de Poblenou
recibe más afluencia de público que nunca, un nicho que durante todo el año
está lleno de flores y de exvotos… aquí comienza la extraña historia del
“Santet” del Poblenou.
El
cementerio del Poblenou de Barcelona fue el primer cementerio civil de la
ciudad, cuando se prohibieron los cementerios parroquiales y, por cuestiones
sanitarias, se alejaron de los centros urbanos. Claro que la especulación del
suelo también tuvo algo que ver en la municipalización de los cementerios en el
siglo XVIII. Este camposanto data de 1775, pero en la Guerra del Francés se
quemó, aún hoy se pueden ver las paredes ennegrecidas de muchas bóvedas de los
panteones neogóticos del recinto antiguo. El diseño actual es de 1819, y es
obra del italiano Antoni Ginesi.
El recinto antiguo del cementerio, con los panteones neogóticos
En
un principio fue un cementerio de pobres, la alta burguesía seguía pagando para
ser enterrada en las iglesias. Es a mediados del siglo XIX, tras la ampliación y la reforma del recinto,
cuando se empezó a enterrar a los miembros de las familias más pudientes de la
ciudad, como los industriales textiles, y sobre todo a los llamados “indianos”,
los que hicieron fortuna en América, algunos con el tráfico de esclavos, por
cierto. Pero el humilde y democrático nicho no era para ellos, y empezaron a
construir elegantes mausoleos que solían encargar a los mismos arquitectos
modernistas que les diseñaban sus casas, esto unido al concurso de buenos
escultores, nos ha dejado un valioso patrimonio artístico funerario que hay que
poner en valor. Pero ni el insigne músico Anselm Clavé, cuyo bello epitafio
reza: “Progreso, virtud y amor”, ni las tumbas masónicas, ni la lápida que
recuerda a los 17 vecinos del barrio de Grácia que fueron fusilados por un
crimen que no cometieron, durante la revuelta de 1856, ninguno de ellos reciben
las visitas y la veneración de tanta gente como la que recibe el “Santet”.
Músicos en Poblenou el día de Todos los Santos
UN SANTO POPULAR
Dicen
que los primeros en depositar flores en el nicho del “Santet” fueron las floristas
de Las Ramblas, y que luego, entre el pueblo gitano, empezó a tener fama de
casamentero. Todo esto se mueve en la oscura nebulosa de la leyenda, claro
está, como la que cuenta que en la primera lápida que se puso en su nicho no
cuajaba el cemento y se rompía continuamente, hasta que una donación anónima
posibilitó adecentar el nicho, quizá alguien que recibió una “gracia” del
“Santet”, porque de eso se trata: al nicho va la gente a pedirle cosas a este
“santo” por canonización popular. En el nicho, los encargados del cementerio
han tenido que poner un cristal en forma de urna para recoger los papelitos con
peticiones, así como vaciar los nichos
adyacentes para poder depositar las velas, imágenes, estampitas, fotos y flores
que los fieles dejan en el lugar. El apartado de exvotos es bien curioso,
porque a las consabidas réplicas en cera de aquellos órganos o extremidades que
el solicitante de la gracia deja por haberse curado de una dolencia, o porque
pide curarse de ella, digo, que entre los exvotos ya se pueden ver réplicas de
casas y viviendas, no en vano los desahucios están a la orden del día. Nadie
sabe cómo comenzó la veneración del “Santet”, pero hace 104 años que dura.
¿Pero quién fue?
El autor de este reportaje en el nicho del "Santet"
Francesc Canals Ambrós,
joven de origen humilde, era conocido entre sus vecinos de la plaza de la Lana
y por sus compañeros de trabajo como una persona muy caritativa y que tenía un
extraño don, tenía sueños premonitorios. Murió de tuberculosis en 1899, a la edad de 22 años.
Era dependiente de los desaparecidos almacenes El Siglo, de la familia Conde.
En aquella época, los almacenes El siglo estaban situados en Las Ramblas,
posteriormente estos almacenes se trasladaron a la calle Pelayo y, tras una
crisis, fueron comprados por el propietario de los almacenes El Águila, Julio
Muñoz Ramonet. El Siglo cerró en 1981, el mismo año que un incendio hacía caer
a la citada calle Pelayo el águila de piedra que coronaban los almacenes con
nombre de ave depredadora. Los incendios son bastante comunes en la historia de
los grandes almacenes, por lo que se ve. La leyenda del “Santet” nos dice que
éste predijo el incendio que asoló su lugar de trabajo, pero teniendo en cuenta
que El siglo se quemó en 1932, 33 años después de la muerte del “Santet”, la
profecía es un tanto sui géneris.
Incendio de almacenes El Siglo, 1932
Lo
que cuente la leyenda, que no lo cambie la historia, pero en la época en que
vivió y murió Francesc Canals, Barcelona era un núcleo de gran actividad
espiritista, no en vano en esta ciudad se celebró, en 1888, el Primer Congreso
Internacional Espírita, y la doctrina de Allan
Kardec tenía seguidores entre nobles y obreros, militares y anarquistas,
masones y algún que otro conocido religioso. En fin, que eran tiempos dados a
creer en estas cosas. Y ahora, en tiempos de zozobra y crisis, se buscan
soluciones en lo irracional o mágico, claro que escuchando a algunos gurús de
la economía, uno no sabe ya lo que es racional.
Según
me cuentan los que saben, el que se acerque al lugar para hacer una petición
debe seguir dos preceptos: el primero no hacer peticiones directamente de
dinero, y el segundo es que, una vez que se vaya del nicho, nunca lo haga
volviendo sobre sus pasos, deberá salir por la derecha. La señora que me lo
contó me dijo: “Así le gusta al “Santet”.
La escultura "El beso de la muerte"
OTRAS CURIOSIDADES DEL
CEMENTERIO
Si
usted quiere emular a don Mariano José
de Larra, que el día de difuntos de 1836 paseó por el cementerio de la
Almudena de Madrid, y de aquella visita escribió un famoso artículo que
contenía el conocido epitafio de: “Aquí yace
media España; murió de la otra media”, pues podrá encontrar cosas muy
curiosas en el cementerio de Poblenou. Quizá la escultura más impresionante sea
la titulada “El beso de la muerte”, que nos muestra a un joven yacente besado
por un esqueleto alado. La tumba pertenece a la familia Llaudet, y la
escultura, datada en 1930, salió del estudio de Jaume Barba, aunque estudios
recientes nos dicen que la escultura de mármol fue realizada por el yerno de
Barba, Joan Fontbernat Paituví.
Algo
más kitsch es la escultura realista
de Antonio Román Heredia, conocido como “El Pote”, a la sazón cuñado de José Moreno Cuenca, el “Vaquilla”.
"El Pote", foto de Javier Coria
En
ese paseo, también podrán encontrar epitafios curiosos, como el de María Pujol,
que refiere todos lo hijos, nietos y biznietos que tuvo, y después de una larga
suma, en la lápida pone: “Total, 176” .
O éste que era bastante inquietante para la mujer del fallecido: “En su asilo sepulcral, Melchor Cañellas
reposa, murió de amor paternal, y aguarda a su amada esposa”. Ese “aguarda”
es lo inquietante. Y de las personas que quieren pasar a la posteridad por las
cosas más peregrinas: “Soy el sujeto que
subió el carro en Monjuic –sic.- el
día de la Fiesta del Corpus de 1861. En fin, este asunto daría para un libro…
¡qué digo!, si ya lo escribí.
"Epitafios, la voz de los cementerios", 1995
Para
finalizar, también podrán ver el nicho olvidado de un gran hombre, por
desgracia poco conocido en toda su magnitud, como inventor de un sistema para
conservar la carne y otros artilugios, aunque su submarino Íctinio terminó
vendido como chatarra, que es por lo que lo conocemos hoy, pero fue mucho más.
Político que luchó por el ideal republicano y las ideas cavetianas de la Icaria
soñada, periodista pionero de la prensa en catalán, traductor, editor y, por
supuesto, ingeniero autodidacta. Si ven el desvencijado nicho de Narcís
Monturiol puede que se cabreen como lo hizo este redactor cuando lo visitó por
primera vez hace 18 años. Pero no se asusten, aunque son muchas las fuentes que
dicen que Monturiol está enterrado en Poblenou, no es así, el abandono del
nicho se debe a que los restos del inventor se trasladaron en 1972 a su ciudad natal, en
Figueras (Girona), donde descansa en el Pabellón de los Ilustres.
Nicho vacío de Narcís Monturiol
Publicado originalmente en el
diario Público
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