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martes, 29 de junio de 2010

LIMA DE AQUÍ A CIEN AÑOS




© Por Álvaro Mejía (*)

Cuando se piensa en los orígenes de la ciencia ficción, parece indiscutible admitir que sus pioneros fueron Julio Verne (1828-1905) y H.G. Wells (1866-1946), cuyas obras literarias inspirarían además la primera película del género, Viaje a la Luna (1902), de George Méliès.

Sin embargo, en años recientes, se ha revelado que un peruano se adelantó a ellos, publicando entre 1843 y 1844 una novela de anticipación de título Lima de aquí a cien años.

En 1943, Artur y su amigo Carlos del A. vuelven a la realidad, de la que los sustrajo por un siglo un genio que paralizó su existencia. Artur, en Lima; Carlos, en el Cusco. Asombrados, descubren que Inglaterra, otrora potencia mundial, ha sido borrada del mapa y que el Perú, al que ellos dejaron sumido en medio de guerras internas, es ahora un país altamente desarrollado. La narración de los hechos se realiza mediante cartas entre los dos, que son transportadas por naves aéreas que vuelan a diario entre Lima y Cusco (en realidad, desde 1840, ya se veían demostraciones de globos aerostáticos en Lima pero un vuelo hasta el Cusco no era posible).


Además, ambas ciudades han sufrido severas transformaciones: por ejemplo que El Callao ya no existe y el puerto de Lima ahora es en Monserrate mientras que en el Cusco se levantan una gran pirámide de 3 kilómetros de alto y 225 pisos o una biblioteca con 12 millones de libros. Sin contar con el túnel que parte de Arequipa, pasa por debajo de un volcán y llega al interior de la pirámide.

Ése es el universo de Lima de aquí a cien años. Se presume que su autor, Julián Manuel de Portillo (1818-1862), tenía 25 años cuando el diario El Comercio la publicó por entregas. Es poco lo que se sabe de su vida personal, aunque lo más resaltante es que llegó a ser parlamentario durante el régimen de Castilla entre 1855 y 1857 y, más interesante aún, que fue miembro de la masonería o gran Logia peruana.


La primera referencia de esta novela la tuvimos hace un par de años a través del escritor e investigador Daniel Salvo, quien había publicado ya en el 2004 un recuento sobre la ciencia ficción en el Perú en la revista Ajos y Zafiros Nº 6, donde establecía que el relato de Portillo era la primera obra de ciencia ficción en el continente. Por coincidencia, en ese mismo número, el editor de esa revista, Marcel Velásquez, se ocupaba del tema al esbozar una historia de la novela peruana, poniendo sobre el tapete la cuestión de si estábamos frente a la primera escrita en el país. Una parte del texto fue publicada en la siguiente entrega de la revista.

Este año tuvimos la suerte de conocer al arquitecto Wiley Ludeña, quien nos obsequió un ejemplar de la revista Urbes, publicación de la Universidad Nacional de Ingeniería que él edita y en la que el arquitecto Carlos Bonifaz hace un acercamiento preliminar a la novela desde el punto de vista de la utopía arquitectónica.


Y es que los méritos de la obra de Portillo quizá no sean precisamente literarios. La estructura del relato es débil e incluso podría ponerse en duda que estemos en rigor ante una novela. De ahí que Velásquez señale que fue Portillo quien llamó así a sus “composiciones narrativas”. Al respecto, un contemporáneo suyo, nada menos que Ricardo Palma, escribió: "La bohemia fundó un periodiquito semanal titulado El Diablo, en el que zurramos lindamente a un señor Portillo, autor de La novena de las Mercedes, Los amores de un marido y Lima de aquí a cien años, tres pecados gordos que él bautizó con el nombre de novelas..."

No obstante, Ludeña encuentra que Lima de aquí a cien años “es la primera obra que inaugura en el Perú una tradición de pensamiento utópico de contenido urbanístico y arquitectónico, que se creía apenas discurso intermitente surgido en el país sólo a partir de la segunda década del siglo XX. Esta novela es el grado cero de la imaginería utópica en términos de ciudad y paisaje cultural”.


Y como prueba de lo dicho, establece que luego de Julián M. del Portillo, en el Perú se ha tejido, en el terreno de la Arquitectura, “una historia de planteamientos de una gran densidad conceptual y especulación figurativa como las de Pedro Paulet, el grupo del Plan Piloto de Lima de 1947, hasta las visiones negras del futuro como las del grupo limeño Cultopía”.

Nosotros añadiríamos que esa tradición utópica en el Perú ha tenido manifestaciones igualmente asombrosas en otros campos. Por ejemplo, anterior a la novela de Portillo, es la experiencia de Santiago de Cárdenas, quien inventó durante la Colonia un aparato para volar. Luego vendrían la de Pedro Ruiz Gallo, también inventor de una máquina voladora. Y la del Capitán Alejandro Sauri para usar globos aerostáticos en la guerra con Chile. O el proyecto de submarino de Federico Blume en la misma guerra. Y, por qué no, la aparición de varios inventores de aeroplanos en la primera década del siglo XX, cuando aún resonaban los ecos de la hazaña de los Hermanos Wright de 1903.


Que esos proyectos no se hayan realizado tiene una explicación parcial en las palabras de Ludeña: “Por diversas razones, el futuro como discurso o estado de esperanza no ha sido en el Perú una forma cotidiana de vivir el país. Inmersos casi siempre bajo una especie de fatalismo prendado de pasado recursivo, en el Perú categorías como fantasía, ficción o utopía se han hecho de un sentido sospechoso de evasión o enajenación cultural. Aparecen como sentimiento culposo. Soñar puede ser un pecado, como imaginarse ciudades fantásticas.”

Como para que se jalen los pelos los detractores de la saga de Indiana Jones.

Para ampliar información: Fernando Belaúnde y las profecías de Santa Rosa

(*) Licenciado en Comunicación. En el 2008, fue incorporado como Miembro Correspondiente del Instituto de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea Peruana gracias a su investigación sobre Pedro Paulet, pionero peruano de la carrera espacial.

3 comentarios:

  1. Querido Javier, muchas gracias por publicar este texto.
    Sólo cabe añadir algo de lo que me percaté hace poco, la existencia del relato "Cusco de aquí a cien años", del que el estudioso peruano Christian Elguera sospecha que no pertenece a Portillo. Puede leerse acá el análisis de Elguera.
    http://www.elhablador.com/est16_elguera1.html
    Un abrazo

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  2. Gracias a ti, Álvaro. Trabajos como este nos dan a conocer a esos autores olvidados que forman parte de nuestra historia cultural común.

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  3. Pues acá tienen una parte
    http://ajosyzafiros.perucultural.org.pe/07fant2.htm
    Voy a tratar de conseguir el resto.
    Saludos cordiales

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