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miércoles, 17 de febrero de 2010

EL AUTOR SIN LIBRO

El ejemplo de Joseph Joubert (1754-1824) es bien curioso. Para una selecta minoría de intelectuales franceses y unos pocos escritores no franceses que lo conocen, como en el caso de Paul Auster, es un autor de referencia. Digo que es un asunto curioso porque Joubert cuando murió no dejó ningún libro publicado ni por publicar. Sus amigos, entre ellos Chateaubriand, nos dicen que fue un hombre de una vastísima cultura que prefería pasear y charlar, antes que escribir unas cuartillas: entonces... ¿de dónde viene la influencia de este autor sin obra?

Aunque por lo que parece Joubert nuca pretendió escribir un libro y su magisterio lo ejercía en las aulas y en las conversaciones con sus amigos, lo que sí hizo fue escribir una especie de diario, y digo especie porque no tiene orden cronológico ni la estructura es de dietario. Son sus pensamientos, aforismos, opiniones sobre la actualidad política y cultural de la Francia de principios del siglo XIX. Así que cuando murió, su viuda y amigos, pudieron juntar nueve mil cuartillas manuscritas que cuando se publicaron pasaron sin pena ni gloria. En una traducción que se hizo en EE.UU., en 19 82, sólo se vendieron ochocientos ejemplares y una única revista, el Boston Globe, hizo una reseña.

Esto nos cuenta Paul Auster en el prólogo de una de las recientes ediciones de los “Cuadernos” –que yo sepa, aún no en castellano-. En ese prólogo también nos relata una anécdota muy tierna. Un amigo de un amigo que estuvo recuperándose de una depresión en una institución sanitaria hizo algo que nunca se debe hacer, prestar un libro prestado. La cosa es que el libro fue pasando de paciente en paciente, incluso se organizaban lecturas colectivas y todo. Cuando el amigo dejó la clínica sin el libro, el prestador llamó para reclamar el libro y no de los internos le dijo: “Es nuestro. Lo necesitamos”. ¿A qué es precioso?

Y aquí les dejo algunas de las frases de Joubert recogidas en otro librito, aunque el recomendable es el primero. La siguiente sentencia está bien para cuando te sueltan la odiosa frase hecha: “sobre gustos no hay nada escrito”.

“No basta el gusto para apreciar bien las obras de arte; es necesario el juicio, y un juicio ejercitado”

“Una obra de arte no debe tener el aspecto de una realidad, sino de una idea”

“En el lenguaje ordinario, las palabras sirven para nombrar las cosas, pero cuando el lenguaje es realmente poético, las cosas sirven para nombrar las palabras”

“No es necesario que haya amor en un libro para que nos encante, pero sí es necesario que haya mucha ternura”

“Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan ver mejor”

“Los primeros poetas o los primeros autores volvían sabios a los locos. Los autores modernos buscan volver locos a los sabios”

Y, aunque hay muchas más, termino con esta:

“En ciertos libros encontramos luces artificiales demasiado parecidas a las de los cuadros, y que de igual manera se vuelven mecanismos, acumulando las oscuridades en algunas partes y diluyéndolas en otras. Ello nace de esa magia del claroscuro que no aclara sino que parece proporcionar alguna claridad a la página en donde se encuentra, página que sería aclarada con mayor certeza si el papel estuviera en blanco”

© JAVIER CORIA

4 comentarios:

  1. Precioso.

    No diré más para no oscurecer el sentido del comentario. Y es que creo que no se necesita más aclaración;-P

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  2. Otra más de Joubert: "El genio comienza las grandes obras, pero sólo el trabajo las acaba".

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  3. Y otra más: La razón puede advertirnos sobre lo que conviene evitar, solo el corazón nos dice lo que es preciso hacer.

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  4. Pues aquí van tres más que son una verdadera escuela para escritores:

    “La afectación está más ligada a las palabras; la pretensión, a la vanidad de escritor. La pretensión choca infaliblemente con la razón. La afectación no siempre disgusta, la borra el tiempo. Hay dos tipos de afectación o rebuscamiento; o, más bien, dos caracteres. A través de uno, el autor parece decirle sólo al lector: quiero ser claro, o quiero ser exacto, y ahí no nos disgusta; pero algunas veces trata de decir también: quiero brillar, y entonces fracasa. Regla general: siempre que el escritor piense sólo en su lector, se le perdonará; si sólo piensa en sí mismo, se le castigará”

    "Un libro ordinario no debe contener más que un tema; pero un buen libro debe contener un germen que se vaya desarrollando por sí mismo como una planta"

    "Cuando en vez de sustituir las imágenes por las ideas, sustituimos las ideas por las imágenes, embrollamos el tema, oscurecemos su materia, volvemos menos clarividente el espíritu de los otros y también el nuestro"

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