QUISICOSAS DE LA HISTORIA (II)
ALGO MÁS QUE UN CUENTO PARA NIÑOS
Un misántropo estudiante de teología irlandés, con veleidades políticas y un alquimista convencido, ejercía de secretario personal del diplomático y escritor William Temple (1628-1699) cuando empezó a imaginar una obra que le ocuparía, nada más y nada menos, que seis años hasta que la dio por terminada. Pero entre la sátira, el humor y la fantasía, nuestro misterioso autor deslizó en el texto cosas como esta:
“…Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes.”
Sí, este párrafo forma parte de un célebre cuento… ¿infantil? Pero lo misterioso del caso es que dicho cuento se publicó en 1726 y, más de siglo y medio después, en 1877, el astrónomo norteamericano Asaph Hall (1829-1907) descubrió las dos lunas de Marte, Fobos (miedo) y Deimos (pánico), que sorprendentemente coincidían con las proporciones y las órbitas de los satélites marcianos descritos en una novela del siglo XVIII. El autor era Jonathan Swift (1667-1745) y la obra, como ya habrán adivinado, es Los Viajes de Gulliver.
PROFECÍAS LITERARIAS
No es la primera vez que en una novela se prefiguran adelantos técnicos, científicos o acontecimientos históricos, obviando el caso de Verne del que ya hablo a menudo en este blog, les citaré el caso de Arthur C. Clark que imaginó en sus novelas una red de satélites de comunicación. Claro que, 25 años después, los astrofísicos se asombraron de que las descripciones de Clark, en cuanto a forma, funcionamiento y distancias de estos ingenios que vagan hoy en el espacio, eran exactas. Aunque debo decir que estas ideas ya las plasmó Clark en un artículo técnico titulado Extra-terrestrial Relays que publicó mientras servía como técnico en radares durante la Segunda Guerra Mundial. Clark declaró en alguna ocasión que, de haberlo sabido, habría patentado la idea. En fin, en recuerdo de esta coincidencia, una órbita geoestacionaria lleva el nombre de “Órbita Clark”.
Otro caso curioso que creo que ya comenté en alguna ocasión, es el del cuento de Matthew Phipps Shiel, titulado en inglés Spartan Society (SS) y publicado en 1893 (incluido en el volumen El príncipe Zaleski). En el relato corto se habla de una sociedad secreta que practica la eugenesia, cosa que se materializó dramáticamente en la Europa de 1939-45.
Luego está el caso de lo que llamo yo la “Profecía autocumplida” (en parte, en este caso), y de esas hay muchas. En 1898, el novelista y marino Morgan Robertson escribió la novela Futilidad donde, un grandioso transatlántico llamado “Titán”, se hundía. Todos sabemos lo que pasó el 14 de abril de 1912 y la coincidencia del suceso y nombre del barco. Claro que el autocumplimiento de la profecía se realizó en el mismo año del hundimiento del “Titanic”. Los espabilados editores de Robertson reeditaron su novela pero, una mano misteriosa, reconstruyó la historia para que los datos coincidieran con lo sucedido aquella medianoche del mes de abril en las aguas a 153 kilómetros hacia el sur de los Grand Banks de Terranova (Canadá). También cambiaron el título de la novela, que pasó a llamarse El naufragio del Titán. No tengo noticia de que esa “mano misteriosa” fuera la de Robertson, ni de que se beneficiara con la edición oportunista, él siguió malviviendo y escribiendo relatos que a duras penas vendía a las revistas. No era un gran escritor, pero era un hombre con mucha imaginación cuyos conocimientos marineros fueron elogiados por el mismísimo Joseph Conrad. La alargada sombra de la novela “titánica” nos impidió conocer otros relatos de este autor, pero por lo poco que he podido leer sobre él he descubierto que hay algunas historias mucho más proféticas, si me permiten utilizar este término. En una obra titulada Más allá del Espectro se declara una guerra en el futuro donde aviones lanzan “bombas soles” que lo arrasan todo con una misteriosa energía. Esto lo escribió Robertson alrededor de 1912. Recordemos que no sería hasta la guerra de 1914 que empezaron a utilizarse los aeroplanos con fines bélicos, y la primera bomba atómica se probó en Nuevo México en julio de 1945. ¿Casualidad? ¿Causalidad? ¿Coincidencia? ¿Sincronicidad?... o meros conocimientos que permiten hacer futuribles a personas con una gran intuición …
© JAVIER CORIA
Me encantan estas historias, y la forma de como las cuentas. Felices fiestas.
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