A Siberia es la primera novela que leo de Per Petterson (Noruega, 1952) de las tres que, hasta el momento, están traducidas al castellano: Salir a robar caballos, Yo maldigo el río del tiempo, más la citada.
Se agradece que además del boom de la novela negra nórdica, donde hay algún que otro exquisito salmón, pero también mucha morralla, mucha novela artificialmente construida para aprovechar la corriente favorable de la moda del thriller que llegó del frío, digo que se agradece que las editoriales nos traigan a otros autores, como en el caso de Petterson, que se mueven en otros parámetros literarios de, según mi opinión, más fuste. Petterson, según nos cuentan en la solapa del libro, fue librero, crítico y traductor, antes de lanzarse a publicar relatos y novelas y convertirse en unos de los narradores más celebrado en su país y fuera de él.
Con un lenguaje sencillo, sin alharacas, sin concesiones a sentimentalismos y con una tranquilidad aparente, nos cuenta una historia que, si me lo permiten, les paso a resumir:
Sinopsis
“La anónima narradora de A Siberia recuerda su infancia en una granja de un pueblo danés, donde ella y su querido hermano, Jasper, viven con sus padres y abuelo. La familia se derrumba cuando encuentran el cadáver del abuelo ahorcado, con una nota de suicidio en la que manifiesta su hartazgo vital. Dinamarca se encuentra en plena ocupación nazi y la joven, consciente del clima sombrío que la envuelve, se refugia en el amor por su hermano, que sueña con un futuro lejos de su país, en tierras marroquíes, mientras ella piensa en exiliarse a Siberia. Ambos se prometen cumplir sus sueños y llegar hasta los remotos parajes, pero no son conscientes de que ese deseo puede dañarlos para siempre.”
En fin, ya es raro que alguien pueda ver a Siberia como un paraíso soñado, pero los sueños son libres, de momento. Por lo demás, más que la historia me interesa cómo está contada, y es en ese terreno donde Petterson se muestra como un gran narrador, claro que no es lo mismo leerlo traducido que en su lengua original, como es lógico.
© JAVIER CORIA
Traducción: Cristina Gómez BaggethunEditorial: Mondadori
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