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miércoles, 26 de mayo de 2010

CONAN DOYLE: LOS CRÍMENES REALES QUE INVESTIGÓ


Esta no es una novedad, es un libro que se publicó hace un par de años. El interés es evidente para todos aquellos que somos seguidores del padre de Sherlock Holmes. No mucha gente conoce que Conan Doyle fue requerido por la policía y por particulares para investigar casos oscuros, asesinatos, robos o desapariciones.

En la casa de Doyle, como pasa hoy con el 221 B de Baker Street, se recibían muchas cartas solicitando la ayuda del escritor que, en su obra, desplegaba toda su sabiduría criminalística y deductiva. Escribió su hijo Adrián que cuando su padre recibía una de esas cartas, se encerraba en su despacho y podía pasar tres días sin salir ni para comer.

Conan Doyle era miembro de un misterioso Club de los Crímenes y fue pionero en el análisis dactilar y en otros métodos que hubieran hecho blasfemar al racionalista Holmes, como era el uso de médiums, llegó a pedir que hubiera uno en cada comisaría, y otras técnicas espiritistas.

Doyle participó en la investigación del robo de las joyas de la corona de Irlanda, en el caso de Sacco y Vanzetti, en la desaparición por unos días de Agatha Christie o el caso más mediático, el de Jack el Destripador y su última víctima, Mary Kelly. De él son las teorías de un asesino médico que se disfrazaba de mujer. Pero de todos los casos, el más paradigmático, por la vehemencia y cabreo con el que lo abordó, fue el caso de Geeorge Edalji, que tiene muchos puntos en común con el famoso caso francés de Dreyfus.

Edalji era un inglés serio, flemático y que nunca se alteraba ni levantaba la voz, lo contrario de Doyle. Un día recibió una carta donde Edalji le explicaba su caso. El chico, nacido en Inglaterra, pertenecía a la comunidad parsi. Su padre, de origen hindú, era párroco y estaba casado con una escocesa. La tez morena del joven le hizo víctima propiciatoria para un puñado de palurdos aldeanos que acosaban al chico desde niño. Un día aparecieron muertos y desangrados varios animales de las granjas de la zona. Cosa que se repitió unas semanas después. La presión social del pueblo y la policía local, pronto encontraron en el “diferente” el sospechoso necesario. ¡Como me suena esto! En fin, que el chico fue condenado a tres años de cárcel por un delito que no había cometido. Como dije, Doyle se cogió un cabreo de órdago e investigó el caso.

Descubrió que hacía más de veinte años que la familia recibía un acoso racista. También descubrió a los culpables, dos hermanos del pueblo que estaban entre los acosadores. El joven fue liberado e indemnizado por el tiempo que pasó en la cárcel, casi tres años. El asunto fue una bofetada para una sociedad que se creía moderna y justa. Lo curioso es que, al contrario que Doyle, el joven Edalji nuca llegó a creer que las motivaciones fueran racistas. ¿Cómo podía ser que la Inglaterra que su padre y él amaban y era su patria, pudiera hacer eso con sus hijos? Estas dos formas de ser inglés fue lo que motivó a Julian Barnes para escribir su novela Arthur & George.

© JAVIER CORIA

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