Translate

lunes, 5 de abril de 2010

LA FOTOGRAFÍA SE “INVENTÓ” EN UNA NOVELA

Son ampliamente conocidas las novelas del género fantástico y casi proféticas de Aldous Huxley, Julio Verne, H.G. Wells o George Orwell por citar a los más célebres, pero hay otros autores que también apuntaron en sus obras conocimientos avanzados a su época y que el tiempo se encargó de confirmar. Un misántropo estudiante de teología irlandés, con veleidades políticas y para algunos un alquimista convencido, ejercía de secretario personal del diplomático y escritor William Temple (1628-1699) cuando empezó a imaginar una obra que le ocuparía nada menos que seis años y, entre la fantasía y la sátira, contaba esto:

“Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes.”

Esto se publicó en 1726; más de siglo y medio después, en 1877, el astrónomo norteamericano Asaph Hall (1829-1907) descubriría las dos lunas de Marte, Fobos y Deimos que coincidían misteriosamente con las proporciones y órbitas de los satélites descritos en la novela del siglo XVIII. El autor era Jonathan Swift (1667-1745) y la obra Los Viajes de Gulliver. Pues bien, la fotografía también tiene su novela de anticipación donde se describen procedimientos como los siguientes:

“...los espíritus elementales no son tan hábiles pintores como buenos físicos: ya juzgaréis por su manera de obrar. Sabéis que la luz reflejada de los distintos cuerpos forma cuadros y que estos cuerpos se graban en todas las superficies pulidas, en la retina del ojo, en el agua, en los espejos. Los espíritus elementales hemos procurado fijar esas imágenes fugaces... Primeramente estudiamos la naturaleza del cuerpo viscoso que intercepta y guarda los rayos, en segundo lugar las dificultades de su preparación y empleo, y en tercero, el juego de la luz y de esta materia desecada... La impresión de las imágenes, es cuestión del primer momento en que la tela las recibe. Esta se saca inmediatamente y se coloca en un lugar oscuro. Una hora después, el baño se ha secado y ya se tiene un cuadro tanto más precioso cuanto que ningún arte puede imitar mejor la verdad...”

Cámara oscura de Athanasius Kircher

En esta obra se narra un viaje imaginario por los desiertos de Guinea y, entre otras cosas, se describe un dispositivo globular que permite ver cualquier lugar del mundo y escuchar lo que allí se habla a modo de moderno televisor. Su primera edición en francés fue en 1760, su título Giphantie, anagrama del primer apellido del autor Charles-François Tiphaigne de la Roche (1729-1774), un médico de la Universidad de Caen (Normandía), miembro de la Academia de las Ciencias y de la Academia de las Artes y las Bellas Letras que, aparte de escritos científicos, escribió cuentos como Amilec o la semilla del hombre poblador de planetas, un texto alquímico que podemos considerar como de protociencia-ficción. Como es sabido, no fue hasta 1816 que Nicéphore Niépce hizo sus primeras heliografías y, en 1839, Daguerre presentó el procedimiento que lleva su nombre en la Academia de Ciencias de París, año considerado como el del nacimiento de la fotografía. Pero Tiphagne de la Roche no hizo otra cosa que poner la imaginación del poeta a unos conocimientos que venían de antiguo. Tales eran los principios ópticos de la cámara oscura y los efectos de la luz sobre el nitrato de plata, descubrimiento éste último publicado por el alquimista Schulze en Nuremberg en 1727.
© JAVIER CORIA

4 comentarios:

  1. Muy interesante, Javier, felicitaciones. Por coincidencia, tengo conmigo un libro sobre Kircher. Ha llegado en el momento justo. Un abrazo y gracias

    ResponderEliminar
  2. Hola, Álvaro, vaya debate que se suscitó con lo del vino de coca...

    El libro más grande, y el segundo más bonito, de mi biblioteca se titula: "Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal" de Athanasius Kircher. Un personaje interesantísimo, un sabio total.

    ResponderEliminar
  3. Muy interesante amigo, desconocía la historia y a este autor que imagino no está traducido al castellano.

    ResponderEliminar
  4. Hola

    Yo utilicé unos párrafos que se pueden consultar en línea en la Biblioteca Nacional de Francia, claro que en francés. No sé si desde que escribí la nota se ha traducido, me parece que no. Del genial Athanasius Kircher yo tengo una preciosa edición en castellano de Siruela. Gracias por en comentario.

    ResponderEliminar