Manuel Vázquez Montalbán tenía una relación de amor/odio con
su personaje, nada novedoso, porque lo mismo les pasó a muchos autores. Ahí
tenemos el caso de Arthur Conan Doyle, que siempre se quejó de que Sherlock Holmes
impedía que se conocieran sus novelas históricas, las que él más apreciaba.
Como todo autor exigente, el escritor barcelonés estaba convencido de no haber
escrito lo que quería escribir, esa gran obra que todo escritor persigue: “porque no estaba preparado o no me llegó a
la ocasión”, declaró en el programa pregrabado “Epílogo” del Canal Plus,
emitido en octubre de 2003, tras su fallecimiento. Volviendo a su hijo
literario, el título que encabeza este escrito es el que escogió Manuel Vázquez
Montalbán para uno de los escasos artículos dedicados a Pepe Carvalho (El País, Babélia, 22-02-1997), y que nos
viene al pelo para este trabajo. En él dice el escritor sobre su personaje: “Yo, es decir, Pepe Carvalho, jamás ha
entregado un criminal a la policía o a la justicia. No pertenece a la
deontología de un detective privado el sancionar con el aparato represivo por
delante, pero es que además, puesto que estamos hablando de literatura, todo
escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo. El escritor es
la chica del bar y el amante de la chica del bar, el gánster y el policía, el
homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el
asesino. He tratado de convertir esta evidencia en la “alezeia” fundamental de
mi hasta ahora última novela de Pepe Carvalho, “El premio”. Con la referencia
mítica de “ourobros”, la serpiente que se muerde la cola, el asesino de mi
novela es el escritor. Es decir, yo. Y si no soy detenido en las horas que
siguen a esta revelación es que ya no puedes fiarte ni de la literatura”.
Foto: Javier Coria ©
No es la primera vez que se escribe una biografía de un
personaje de ficción, ahí tenemos The
life and of Miss Jane Marple, de Anne Hart, autora que también escribió otra biografía de otro personaje de
Aghata Christie, Hércules Poirot; o la magnífica Las memorias de Maigret, que escribió Georges Simenon y donde el personaje
interpela a su creador. Pero sí Manuel Blanco Chivite con este libro hizo la
primera semblanza dedicada a un detective de ficción español; del personaje más
icónico, sagaz y culto del policial español, cuyas aventuras hicieron a Manuel
Vázquez Montalbán el décimo autor español más traducido en el mundo.
En rigor, ésta biografía se publicó antes formando parte de la
primera biografía de Manuel Vázquez Montalbán, que Manuel Blanco Chivite escribió
por encargo para la editorial Grupo Libro 88, en 1992. Aumentada y actualizada,
la biografía de Pepe Carvalho se publicó ya como texto independiente en la
editorial VOSA, el personaje exigía su propio espacio, era el mes abril de
1997.
Tatuaje, de 1974, los carvhalianos la consideran la como la primera novela de la serie. Aunque Pepe Carvalho nació
en una mala novela paródica sin pretensión de continuidad y escrita en quince
días, Yo maté a Kennedy (1972): “…es un héroe subnormal a la sombra de mi
ensayo Manifiesto subnormal”,
escribió Manuel Vázquez Montalbán. La serie finalizó con las novelas póstumas,
en dos tomos, Milenio Pepe Carvalho (2004).
Foto: Javier Coria ©
Por cierto, y perdonen la digresión, Tatuaje la publicó el gran y hoy desaparecido, Josep Batlló i Samón,
poeta, editor y librero de la mítica librería del barrio de Gràcia, Taifa
Llibres. Batlló tuvo mucho que ver con el nacimiento de la serie Pepe Carvalho,
hecho ocurrido en algún antro de perdición de la Barcelona canalla. Así lo
cuenta Manuel Vázquez Montalbán: “En una
etílica noche de 1973, Pepe Batlló y Frederic Pagés me tomaron la beoda
palabra: la novela española entronizada era una ilegible mierda jaleada por los
preciosos ridículos de una crítica con complejo de cosedores del himen de la
doncella literaria por el realismo social, los personajes tardaban 30 páginas
en subir una escalera y era preciso recuperar la inocencia narrativa de las
novelas de guardias y serenos”.
Manuel Blanco Chivite, con mucha gracia e ironía, se acerca
al personaje como si se tratara de la biografía de una persona real, y deja a Manuel
Vázquez Montalbán como un mero cronista, culpable de las lagunas e
incongruencias de la vida relatada, que lo es, “culpable”, digo. Le recrimina
que firme como suyas las pocas historias donde Pepe Carvalho toma la palabra y
habla a los lectores en primera persona… Incluso “acusa” al copista de sus
injerencias en las primeras historias para, con un exceso de verbosidad y
pedantería retórica, nos suelte unos pedagógicos discursos que Manuel Blanco
Chivite describe así: “…todos ellos sin
duda de gran y exquisita formación cultural, dan un toque pelma a algunas
páginas de estas primeras y por lo demás meritorias y entretenidas crónicas
carvalhianas”. Tengo una amiga que me confesó que lo que más agradeció de
la conquista de la democracia era no tener que aguantar más peroratas en las
reuniones interminables de los camaradas. La reminiscencia de la militancia del
autor en el PSUC, con toda su liturgia laica, se destila en esta verbosidad
discursiva.
Mi apego a Pepe Carvalho, tengo que confesarlo, es más sentimental
que literario; apego a su Barcelona y sus vivencias, que eran las de su autor y
de buena parte de una generación, que hicieron el monumento de dignidad ética
que supuso el antifranquismo, los que sufrieron el tardofranquismo o vivieron
la Transición y la postransición, proceso con más sombras que luces; con
complicidades y renuncias que hoy se han plasmado en la impunidad y la
desmemoria hacía las víctimas del franquismo. Sobre Manuel Vázquez Montalbán y
su obra coincido con Manuel Blanco Chivite cuando dice: “… un hombre con el que, por un encargo editorial, llegué a cruzarme en
mi camino y a quien, sin llegar a conocerlo a fondo ni pretenderlo, aprecié
como persona, aprecié como luchador y de quien leí casi todos sus libros y
gusté de algunos de ellos. Supongo que no es mucho, pero ¿cuánto hace falta y
para qué?
Foto: Javier Coria ©
Para la multitud de seguidores de la serie, que son legión,
no sólo en España, sino en Francia, Italia, etc., la etapa más interesante de
las crónicas carvalhianas son las de
la década de los ochenta. En la época de la Barcelona Olímpica, la de 1992, las
tramas se vuelven maquinalmente repetitivas y desarrolladas con cierta apatía,
si se me permite la osadía de interpretar a su autor. ¿Hasta qué punto tuvo que
ver en esto las presiones contractuales de las editoriales y la necesidad de seguir
llenando los anaqueles de las librerías…? Parece lo más probable.
Que la realidad literaria de Pepe Carvalho es en gran parte
la vida real de Manuel Vázquez Montalbán es un hecho. Para algunos, entre los
que me encuentro, las novelas deben construirse con personajes independientes,
individuales, con una lógica interna que nada tenga que ver con la del autor,
claro que todos los personajes tienen algo del escritor, pero a lo largo de la
serie, Pepe Carvalho fue tomando las riendas de su vida, creando su biografía y
un pasado. Biografía con sus contradicciones y lagunas que se recogen en este
trabajo de Manuel Blanco Chivite. El personaje fue ganado en matices y sería
erróneo, como se hizo en algunas series televisivas y películas, pintar un
Carvalho como una mera caricatura de su padre literario. Esto no es óbice para
ver en Pepe Carvalho un trasunto de Manuel Vázquez Montalbán (“El escritor es la chica del bar y el amante
de la chica del bar, el gánster y el policía, el homosexual y el fascista, el
marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino…); con sus opiniones íntimas
y filosóficas, y esto lo hacía genialmente el novelista catalán; cuyas
historias estén pegadas a la realidad política y a la experiencia social y vital
del novelista. Tras las peripecias detectivescas se deja testimonio de una época
y de unos personajes anónimos y reales que, de no ser así, ninguno recordaría. En
las postrimerías de su vida, Vázquez Montalbán dijo sobre su serie: “Abrió la puerta para que la novela
policiaca dejara de ser policiaca”, refiriéndose al respeto mimético a las
claves del género. Para el escritor, las novelas que rompían estas claves,
estos límites, eran mejores novelas en potencia. Él siempre citaba al escritor Leonardo
Sciascia, en cuyas novelas, la Mafia, la corrupción del Estado y del poder
económico, están presentes. Ahora bien, en mi opinión, la afirmación de Manuel
Vázquez Montalbán sólo se entiende si desconocía el trabajo de muchos autores
policiacos que llevaban decenios haciendo eso, mezclando géneros y rompiendo
con las reglas establecidas del policial clásico.
¿Qué haría Pepe Carvalho en la España y Catalunya de hoy? Con
los achaques de la edad y la sempiterna melancolía que lo acompañaba, estaría
retirado en su palacio de invierno de Vallvidrera, dedicado a escribir sus
memorias, esta vez sin intermediarios. Por la situación política, la
corrupción, la criminalidad, las mafias de todo tipo, trabajo no le faltaría. Un
Pepe Carvalho del siglo XXI tendría que manejarse con las nuevas tecnologías,
claro, los teléfonos móviles y las redes sociales pasarían a tener presencia en
las historias…Pero ¿ven al viejo Pepe Carvalho metido en estos berenjenales?
LA GEOGRAFÍA SENTIMENTAL DE PEPE
CARVALHO
Que la ciudad de Barcelona es uno de los protagonistas, tanto
en la serie Carvalho como en otros libros del autor que nos ocupa, es un hecho.
Como lo es realidad sociopolítica de España y Catalunya de aquellos años en el
contexto del personaje y las tramas novelísticas, ya que uno y otras son un
producto de esa realidad. La Barcelona de Manuel Vázquez Montalbán es
ambivalente, y tras una primera lectura de la serie Carvalho, no es una visión
maniquea. A través de la voz literaria de su personaje Carvalho, la nostalgia
por una ciudad en que la especulación y la piqueta municipal están cambiando el
rostro y uniformizándola con otras urbes europeas, queda claro, pero ello no es óbice para que celebre la
modernidad y la desaparición de la tristeza gris de la Barcelona de la
dictadura franquista y el estraperlo. Como todas las ciudades, no existe una,
sino varias barcelonas, la
proletaria, la culturalmente vanguardista, la burguesa, la comercial, la de la
pobreza y la marginación, la de los turistas, los inmigrantes o refugiados, la
que protesta y la que acepta, la que manda y la que se rebela.
En la serie carvalhiana hay mucho de lo que atrajo a escritores
franceses. La ciudad del hampa que describe Jean Genet -que ejerció de
carterista y chapero en el barrio Chino- en su novela autobiográfica Diario de un ladrón. En la novela Al margen, de André Pieyre de
Mandiargues, cuya Barcelona prostibularia podría tener su versión iconográfica
en las fotografías de Joan Colom, que muy a su pesar y sin entrar en detalles,
ilustró el libro de Camilo José Cela Izas,
Rabizas y Calipoterras. O que retrata Georges Bataille en El azul del cielo, que pese a su título
luminoso, muestra la topografía más obscura de Londres, París y Barcelona.
Foto: Montserrat Romans (EPD) ©
El Raval de hoy, el antiguo barrio Chino, atrae a turistas y
residentes extranjeros jóvenes porque es un barrio multicultural con presencia
étnica de todo el mundo. La vieja vida nocturna de la Barcelona sesentera y
ochentera, con su bar Marsella, el Pastís, para los amantes de la absenta y la
música de Édith Piaf, la sala de fiestas La Paloma, etc., han desaparecido y
otros están a punto de cerrar. Si la época de los extraños y oscuros negocios
que se anunciaban con el cartel: “Gomas y lavajes” han desaparecido, siguen los
prostíbulos de los bajos fondos, que en la Barcelona de los barrios altos eran
los burdeles llamados popularmente casa
de barrets (por los sombreros –barrets-
que dejaban los caballeros a la entrada).
Claro que el Raval también es caldo de cultivo para la
gentrificación (perdonen el neologismo) de los pisos turísticos. Luego están los
llamados “narcopisos”, que son una muestra de una de las mayores lacras que tuvo
el Distrito 5ª de antaño, el tráfico de heroína, cocaína y ahora las drogas de
diseño como el éxtasis. Si nos ponemos conspirativos, quizás esta sea otra
forma organizada para degradar un espacio y expulsar a los vecinos dejando el
campo libre a la especulación inmobiliaria y la rapiña de los fondos buitre.
Foto: Javier Coria ©
LAS FOTOS
Las fotos que forman parte de este trabajo, son imágenes
cotidianas y callejeras de diferentes épocas del Raval y otras calles de
“Ciutat Vella”. Hay algunas que tratan de reflejar la mezcla étnica del Raval
de hoy, y sobre todo, algunos lugares de la geografía sentimental de Pepe
Carvalho.
Entre ellos está donde todo empezó, la calle donde nació el
autor y el detective de ficción, la calle Botella (el Raval), que en la
actualidad luce una placa para mayor gloria de Manuel Vázquez Montalbán. Los
primeros juegos infantiles del detective y su padre literario tenían como
territorio la plaza Padró, cerca está la calle de la Cera, donde está el mítico
restaurante Can Lluís, y donde algunos estudiosos sitúan el punto geográfico del
nacimiento de la Rumba Catalana, no en vano en esta calle nació Peret; aunque
el otro punto que se disputa el honor de ser cuna de esta popular música es el carrer Fraternitat, en el barrio de
Gràcia, donde nació Antonio González, el “Pescaílla”, a la sazón marido de Lola
Flores.
Luego, ya de adulto, Carvalho fue parroquiano de la mítica
coctelería Boadas de la calle Tallers, los restaurantes: Los Caracoles, La
Odisea y Nostromo, estos dos últimos capitaneados por antiguos marinos. Entre
la Plaza Real, uno de los lugares que más visita Carvalho era el mercado de la Boqueria,
donde compraba las viandas que luego cocinaba Biscute, un antiguo quinqui que
conoció en la cárcel y que más que ayudante, era amigo. Y, entre puesto y
puesto del mercado, el detective se echaba entre pecho y espalda en la barra del Pinocho, unas “secas” con
butifarra, un bacalao con sanfaina o una tortilla de setas compradas en el bon vivant, Petras Fruits del Bosc.
Foto: Javier Coria ©
En la llamada Rambla
dels Caputxines, haciendo esquina con carrer
dels Escudellers, tiene el despacho el detective, despacho que antiguamente
fue la casa de putas de Madame Petula,
y estaba cerca del frontón Colón. Todo este territorio era el de Carvalho, pero
para dormir, para ver la metrópolis desde lejos, tenía su casa en una montaña,
en Vallvidrera. Allí se instala con Charo, en un chalé (por aquí los llamamos
“torres”) que recuerda mucho al del amigo de Manuel Vázquez Montalbán, el
fotógrafo Xavier Miserachs, que con maestría retrató los paisajes de Ciutat Vella y la vida barcelonesa de
las décadas de los cincuenta y sesenta.
El restaurante que más visitaban, el autor y su personaje, era
Casa Leopoldo –en la calle San Rafael-, en cuyas mesas se codeaban escritores,
periodistas, bohemios y artistas de todo pelaje. Y los toreros de la época, ya
que la dueña era Rosa Gil, hija del torero “El Exquisito”, Germán Gil, y esposa
del torero portugués José Falcón, que la dejó viuda a penas a ocho meses del
matrimonio, ya que fue cogido de muerte por el toro “El Cuchareto”, el 11 de
agosto de 1974, en la actualmente clausurada plaza Monumental de Toros de
Barcelona. Luego la crisis y la subida de los alquileres precipitaron el cierre
del local, que con nuevos dueños abrió sus puertas en 2017.
Una imagen curiosa de esta serie es el retrato del que
suscribe haciendo fotos en las Ramblas, en la época en que Pepe Carvalho se
movía por la ciudad. La imagen es de Montserrat Romans (EPD).
Portada: diseño de P. Yepes sobre foto de Javier Coria
En fin, les dejo con un texto sabiamente condensado, lúcido e
inteligente, y puesto al día con la bibliografía última y las novelas póstumas
de la serie que, como es lógico, no aparecían en la primera edición de este
libro. Pepe Carvalho, parafraseando al padre de la criatura, muy bien puede calificarse
como: “Excomunista, hedonista y
sentimental”.
Javier Coria (Palafolls, Barcelona, verano de 2018).
Prólogo a la edición de: “Carvalho”.
Biografía de un detective de ficción”, de Manuel Blanco Chivite y Javier Coria.
Segunda edición, primera en El Garaje Ediciones S. L., Madrid: septiembre 2018
(ISBN: 978-84-947949-8-8).
Vázquez Montalbán, como novelista, es malo de acostar. Sin la bula y la venia de la izquierda caviar se habría quedado en el limbo de los juntaletras.
ResponderEliminarPero este prólogo está muy bien, incluso para los que no damos árnica a Pepe Carvalho, y echamos de menos la guillotina para la mafia literaria que aupó por motivos mercenarios a los grafómanos de la "gauche divine" y la "izquierda caviar", tan faltos de talento, de mérito y de fuste.
¡Pobre porfiado saca mendrugo!
Siempre tan acertado y lúcido tu comentario, Gatopardo. Yo lo digo en este prólogo, que mi apego al personaje es más sentimental que literario. El texto de Chivite no es nada panegírico, él, como yo en una ocasión (Chivite lo vio más veces para hacer la primera biografía que se editó de Manuel Blanco Chivite, fue un encargo), le dijimos a Manolo Montalbán que tenía novelas infumables y que no terminamos de leer, él nos miraba con una ligera sonrisa, y con el ademán digno de la socarronería de sus orígenes familiares gallegos, nos decía que de la serie Carvalho tenía un contrato que le obligaba a entregar un título al año, tuviera ganas o no, tuviera ideas o no. Chivite lo que resalta es que, tal como está el mundo editorial, no se puede negar que Pepe Carvhalo fue el que puso en el mapa el policila español en el mundo, desde que la señora, salvando las distancias, Emilia (Pardo Bazán) inauguró el género en España. Y un policial tipo crónica, yo leí con cierto interés “Tatuaje”, “Los pájaros de Bangkok” y “Quinteto de Buenos Aires”, para mí lo mejor de la serie. También es de destacar que el Personaje de Carvalho tiene una biografía vital acorde con biología. Creo que Maigret empieza con 40 años y tiene la misma edad en toda la serie, Sherlock Holmes lo mismo, no envejecen. Carvalho se va haciendo viejo, tiene achaque y miedo a la muerte, se preguntaría, si fuera un personaje real, quién le limpiaría el culo… Después, nuca entregó a un delincuente a la policía. Ahora, que el policial español está lleno de apología a “Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado” (no de la sociedad, sino del Estado) y los héroes son guardias civiles, y en los encuentros de novela negra las estrellas no son los literatos, sino los ponentes como comisarios, forenses, miembros de la policía científica… se agradece el investigador aficionado o profesional, pero no funcionario, salvando el caso del gran Maigret, que cito de memoria, en una novela cuando alguien le interpela sobre que la policía tiene que guardar al ciudadano, éste le dice que eso es lo último, primero está, el Estado, la moneda, la propiedad privada, etc.
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