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domingo, 17 de junio de 2018

O se tiene ojo fotográfico o no se tiene (Clemente R. Coria in memoriam)


Por: Javier Coria.

Mi hermano tenía conocimientos rudimentarios de  fotografía. Nunca hizo un cursillo o similar. Un día se compró una excelente cámara digital, la Nikon D322, y se leyó todo el manual de instrucciones… ¡Síííí!, debió de ser la primera persona en el mundo que se lee entero un manual de instrucciones, y sobre todo de una cámara digital de gama media, que para entender algo hay que ser, tirando bajo, ingeniero de la NASA. Luego, cada día, hacía fotografías con entusiasmo. Se apuntó a redes sociales de fotógrafos aficionados y siguió aprendiendo. Yo modestamente, le enseñé lo que sabía, pero vengo del mundo analógico, las cámaras digitales con cientos de botones, programas, etc., me da dolor de cabeza. Luego están esos nombres de formatos y demás, que para mí era como si me hablara en arameo. Aunque, poco a poco, también fui aprendiendo y descubrí que detrás de ese galimatías se escondían las técnicas de siempre, por lo menos algunas.

Como todo el que empieza, el agobio y la angustia por la técnica es tan frustrante, que no se disfruta de la fotografía, y sobre todo nos olvidamos de mirar, pero mi hermano tenía, y eso no se aprende en un manual o en una clase… ¡MIRADA FOTOGRÁFICA!

Un día se tiró al monte, literalmente y consiguió hacer maravillas, de las que aquí les traigo una pequeña muestra y que sirvan como homenaje.


NOTA: Ah, para los amigos de lo ajeno, que no pongan sus zarpas sobre este material, ya saben lo que dicen las tradiciones sobre las maldiciones que le pueden caer por robar a la personas que ya no están entre nosotros. Quedan avisados, cuidadito que somos de origen gallego, y la Santa Compaña y las meigas no existen, pero haberlas haylas.













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