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domingo, 10 de septiembre de 2017

Una conversación con el gran caricaturista gallego Castelao


Por: Lluís Bagaría i Bou. Ilustraciones: J. M. Maya.

Galicia, región exportadora de políticos. Orígenes del caciquismo. Los paraísos sentimentales. La socarronería cultivada. La mayoría y la pereza. La emigración en masa. (Perdón, lector, por el pesimismo que se deja entrever en este diálogo. Pero debo decirle que desde el martes éste ha disminuido. Nobleza obliga).

Hermano, deja antes que nada que te abrace; no te espanten mis aristas, pues sé limarlas de vez en cuando, y este caso es uno de ellos. Abrazar al viejo camarada Castelao bien vale el esfuerzo.

Obra de amor ha sido y es la tuya, franciscano hermano: la ternura con que tu lápiz dibuja a los ciegos con su cabeza alta, alta, no sé si su altivez va unida a una blasfemia o es una plegaria pidiendo una limosna de luz, y tus emigrantes, acurrucados unos con los otros, soñando un mismo sueño… Y después hay que ver como por encanto de una meiga, en fuerte arma que golpea la cara viscosa y ratonil del cacique de tu tierra.

¡Cuántas veces al contemplar tu obra me molestan mis rugidos!

Pero dejemos todo esto, y vamos a que tú hables, pues esto es lo tratado.

¿Qué misterio existe para que vuestra región fuera la más exportadora de políticos en el antiguo régimen?

La cosa es bien sencilla: porque nunca se legisló para Galicia. Verás… Como los gallegos no hemos disfrutado nunca de leyes adecuadas, necesitamos la protección de letrados ingeniosos que nos salven de las injusticias de la ley, pues las que la interpretaban o aplicaban estrictamente producían la ruina de los ricos y la miseria de los pobres. Surgieron abogados que estudiaban los códigos al revés, y no tardó en nacer un enjambre de especialistas en esta rama del ingenio humano. Se entabló un pugilato de letrados, y los más geniales llegaron a merecer la confianza de la Corona. Claro está que algunos ministros gallegos eran bastante tontos; pero es porque aquí la competencia no era tan terrible como en Galicia.

Bien. Pero no me negarás, querido Castelao, que Galicia tiene fama de ser tierra de caciques.

Verás… El caciquismo en España nace y crece como los pelos de la barba al afeitarse, y Galicia tiene la costumbre de afeitarse; pero sólo se afeita los domingos y los jueves, en vez de afeitarse diariamente. Así ocurre que muchas veces Galicia no ofrece buen aspecto; pero no olvides, querido Bagaría, que hay regiones españolas que se dejan la barba y se presentan con aires de señorío. ¿O es que tú crees que sólo hay caciques en Galicia?

Pero ¡qué voy a creer eso! Creo que el caciquismo en España tiene tantas raíces como la pereza y los toros. ¿Estarás contento con el Estatuto que se está elaborando para tu tierra? ¡Tú, que eres tan nacionalista!

Yo no tengo la culpa de que Galicia posea las características de una nacionalidad; pero creo que debe renunciar a parte de sus derechos naturales. Con que pueda resolver sus problemas vitales y respirar libremente le basta. A mí me gustaría una Galicia con las puertas abiertas, sin carabineros. Somos internacionalistas por convencimiento y universalistas por naturaleza. Recuerda que en el cielo ha quedado un camino de estrellas para señalar nuestra comunicación con el mundo antiguo y en el fondo del Atlántico debe de existir un camino de esqueletos gallegos para marcar nuestra comunicación con el mundo nuevo. Aspiramos a que Galicia sea simplemente un paraíso.

Oye, Bagaría, ¿no crees tú que es preciso crear pequeños paraísos?

Conforme con tal que al crear esos pequeños paraísos sentimentales vayan encaminados a crear el gran paraíso humano. Otra pregunta Castelao. ¿No crees que hay semejanzas entre el pueblo ruso y el pueblo español?

No sé, no sé; pero pueden buscarse y encontrarse. Ya ves, el microscopio y el telescopio son bien diferentes; pero con ambos aparatos se descubren mundos. A mí me gusta el microscopio. ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿Qué diferencias o semejanzas encuentras tú entre un catalán y un gallego?

La diferencia te la podría contestar con lo siguiente: Cuando hace años llegué a La Habana fui a visitar el Centro Catalán; era un círculo de reducidas dimensiones, y le pregunté a Claudio Mimó, su presidente, el por qué siendo la colonia catalana tan numerosa tenían un círculo tan modesto. Y me contestó: “Somos en total ciento cincuenta socios, y en cambio el centro gallego tiene treinta mil”. ¿Y cómo es eso?: “Pues cada vez que nuestros paisanos se han reunido para formar un centro han fracasado”. ¿Por qué motivo?: “Muy sencillo. Porque todos ellos querían ser presidentes”. En cambio, vosotros los gallegos tenéis una hermandad y una solidaridad, que no creo exista en el mundo ningún pueblo igual.

¿Por qué la socarronería gallega?

La socarronería es una defensa que emplean los desengañados. Por esto la usan solamente los viejos. No es un defecto de raza, porque los pueblos no tienen defectos. A mí me parece que si se cultivan los defectos, pueden convertirse en virtudes. Ya ves; el humorismo de los gallegos cultos no es más que la socarronería cultivada.


¿Por qué la mujer en Galicia tiene una preponderancia sobre el hombre?

Eso es muy largo decir, pero yo te aseguro que no existe tal preponderancia. Si la mujer gallega trabaja la tierra (con minúscula) es porque el hombre gallego trabaja en Tierra (con mayúscula). Si la mujer tiene que decirle al médico en dónde le duele al marido es porque el hombre no se preocupa de tales minucias. Si el gallego necesita los consejos de su esposa es porque la mujer sigue influida por la serpiente…

Bueno. Pero yo creo que el hombre en general es malo.

Dices que el hombre es malo. Sí, hombre, sí. Tú presumes de salvaje, y yo de aldeano. Eso quiere decir que tú y yo no somos unos supersticiosos del progreso, es decir, no somos tontos.

Yo le tengo miedo a los inventos, porque cualquier día un “sabio” hace estallar el mundo.

¿Qué invento te molesta más?

La Banca. Esa invención prueba la estupidez de los hombres, porque el Banco es simplemente una tienda de dinero en comisión para vender duros a siete pesetas. Y a ti, ¿qué invento te molesta más?

Para mí, el invento que ha sido más dañino para la Humanidad es el mordisco a la primera manzana.

¿Te gustan los toros?

Yo jamás asistí a una corrida de toros. No soy amigo ni enemigo de la fiesta nacional; pero me repugna la sangre. Creo que si viese matar a un toro, aunque fuese muy artísticamente, exclamaría como el aldeano de una de mis caricaturas: “¡Qué lástima de bueyes!”.

Y hablando de cosas de arte. ¿No crees, querido artista aldeano, que ser productor de ello es uno de los encantos mayores de la Tierra? Yo nunca  me he podido explicar que después de pintar un cuadro en plena Naturaleza y gozar de momento de gran intensidad, llegue un individuo con la cartera bien repleta y le compre su obra. Esto siempre me ha sorprendido; me hace el mismo efecto que si, después de gozar con los labios a una mujer, viniera un segundo y pagara el regalo a la novia (y que me perdonen mis queridos colegas estas ideas). El artista deberá pagar agradecido.

Tienes razón, Bagaría. No se produce una obra de arte sin placer. Por esto, el primer sorprendido ante una obra de arte es su propio autor. Igual que un padre ante la hermosura de su hijo acabado de nacer.

Pero como los tontos no saben producir esta clase de hijos, nosotros les facilitamos un poco de nuestro placer de creación, y bien está que lo paguen. Para eso son tontos.

Y antes de terminar te quisiera preguntar, Bagaría… Te noto hoy cara de mal genio: ¿Qué te pasa?

¡Qué me va a pasar! ¡Malditas las plumas de mis antepasados, las de los presentes y las del porvenir! Yo te voy a ser franco, corazón que dibuja, yo amo una tierra y la aborrezco al mismo tiempo.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué?

¿Ves esos hombres que pasean, la mayoría con cartapacios bajo el brazo, por esos pasillos del Congreso? Son, la mayoría, buenos, y son malos en una pieza.

Sí, son malos porque no hacen el bien encomendado por el pueblo. Y son buenos porque son perezosos y no hacen mal; su pereza nos salva.

Muy pesimista te encuentro, Bagaría.

¡Mil sapos me devoren si no te hablo de verdad! Pues no son ellos solos los culpables, no. También los gobernados son lo mismo; parece que Caín fue el único que dejó semilla en nuestro suelo. Se muerden, se insultan, se matan. Parece que con sus actos están construyendo el pedestal para encumbrar al enemigo.

Parece como si no pudieran vivir si amo.

Bueno, Bagaría: ¿Qué harías tú?

¿Qué haría yo? Pues emigrar en masa a España entera, y arrendar nuestra nación a una Compañía inglesa para que fomentara el turismo; unos miles de cicerones listos que se explicaran en estos términos o parecidos: “Aquí verán, señores; esto fue el Congreso, donde se reunían los habitantes electos del país; aquí se reunían, sí, señores, para no hacer nada”. Y así, en toda España, mientras allá, en tierras lejanas, trabajaban sus antiguos habitantes. Y ¡quién sabe si el cambio de clima haría que se formase una raza más sociable y más razonadora!

Adeu, Bagaría irmao. Ven a miña terra, e ¡quién sabe se alí te curarás de teu pesimismo!

¡¡Brrrrr!!

(Entrevista publicada en el diario El Sol, nº 5.873, año XX. Madrid, 19-06-1936, pág. 8; en la sección “Los diálogos de un caricaturista salvaje”, del escritor, pintor y dibujante Lluís Bagaría i Bou [1882-1940]. Bagaría, junto al ensayista, político y dibujante, Alfonso D. M. Rodríguez Castelao [1886-1950]; fueron de los más destacados caricaturistas de la mitad del siglo XX. Edición y transcripción: Javier Coria).

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