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domingo, 20 de agosto de 2017

Punto Nemo: el lugar más aislado de la Tierra


Por: Javier Coria.

Que en la Luna exista un cráter con el nombre de Jules Verne –en el lado oscuro y con 143 km de diámetro– es más o menos conocido, pero lo es menos que en la Tierra tengamos un punto geográfico con el nombre de uno de los más famosos personajes vernianos, el capitán Nemo.

El Punto Nemo es el lugar en el océano Pacífico más aislado que existe, el más alejado de cualquier masa de tierra, el sitio, de alguna forma, más solitario del planeta, también llamado polo de inaccesibilidad, que debe ser equidistante a tres puntos de la línea de la costa. Se encuentra exactamente en el Océano Pacífico Sur, al norte de la isla Maher (que está junto a la Antártida) y al sur de la isla Ducie (perteneciente a las Islas  Pitcairn) y Motu Nui (un islote junto a la isla de Pascua). En ese lugar, la profundidad marina es de unos 3.700 m, y lo que hubiera inspirado una novela de un Jules Verne contemporáneo es que, por dicha profundidad, el alejamiento de zonas habitadas y el estar fuera de toda ruta marítima comercial, las agencias espaciales lo han elegido como cementerio de varios vehículos y naves obsoletas que hacen estrellar en esa zona.

El cartógrafo y geodesta croata Hrvoje Lukatela fue el primero en situar este punto, y lo hizo con un programa geoespacial diseñado por él llamado Hipparchus. Él mismo nos lo explica en exclusiva para este libro desde Zagreb:

¿Cómo fue este hallazgo?

"En algún momento de principios de 2004, un amigo mío que es experto en programas informáticos de cartografía, me comentó que un grupo de científicos de varias disciplinas, adscritos a la Woods Hole Oceanographic Institution, querían encontrar entre todos los océanos del mundo, el punto exacto más alejado de tierra. Yo tenía una aplicación informática de mi autoría que podía servir para calcular la respuesta. Me tomé dos semanas para crear el programa informático necesario y, para convencer a los científicos, creé un sitio en Internet donde daba todos los datos. La web la publiqué el 26 de marzo de 2004".

Cabe decir que Hrvoje Lukatela recibió entusiasmado nuestra petición de información y se emocionó con la idea de este libro que tiene en las manos. Quizá porque su carrera científica, como la de tantos, tiene su origen en aquellas lecturas de las novelas de Jules Verne, en su Zagreb natal.

¿Por qué el nombre de Nemo?

“Una vez desarrollada la web, me percaté de la necesidad de darle un nombre a este punto de resonancias marítimas. Sin pensarlo mucho el héroe de 20.000 leguas de viaje submarino vino a mi mente. En ese momento ya era sesentón, pero el recuerdo de las lecturas de las novelas de Verne estaba muy vivo en mí. El autor había sido repetidamente traducido al croata en la época en que yo era un chaval en Zagreb, y creo que los leí todos. Como digo en la web: “… una romántica mezcla de exploración marítima, magia tecnológica y de valiente resistencia al Imperio Británico. Personajes como el capitán Nemo tienden a permanecer como indelebles ocupantes de la memoria de los que se encontraron con ellos en la literatura de su juventud…”

UN POQUITO DE “MISTERIO”

Está claro que el señor Lukatela buscó la inspiración para bautizar su hallazgo en sus lecturas de juventud, pero no se percató de esas casualidades, o  causalidades, a las que nos tiene acostumbrado el escritor galo; porque hay dos novelas de Verne que tienen relación con ese punto.

Si el capitán Nemo, ese pirata filolibertario, ese misántropo que navegaba en su particular icaria submarina, el Nautilus, si el capitán Nemo, repito, quisiera apartarse del mundo habitado buscaría una isla cercana a este punto del océano. Y así lo hizo Verne, ya que la imaginaria isla Lincoln de la novela La isla misteriosa (publicada por entregas desde 1874, y en formato libro en 1875) estaba relativamente cerca del punto que nos ocupa, exactamente en el Pacífico Sur, a 34º, 57’ de latitud sur y 150º, 30’ de longitud oeste. ¿Dónde está el misterio?, pues en que el Punto Nemo no pudo ser definido hasta los estudios del señor Lukatela como hemos visto. Y en la novela, el ingeniero Cyrus Smith y sus compañeros de aventura descubren el gran secreto de la isla, que tiene que ver con el personaje que da nombre a este punto geográfico. Una vez más, la intuición de Verne se adelantó a sofisticados programas informáticos que sirvieron para hacer los cálculos que hoy sitúan el lugar exacto, el Punto Nemo.


Pero como apuntamos, hay otra novela corta –más bien un relato- que, aun no siendo original de Verne, fue corregida por él y llegó a comprar los derechos de la misma por 300 francos, por lo que hoy se publica bajo su autoría. Se trata de Los amotinados del Bounty (publicada en 1879), cuyo texto original fue escrito por el geógrafo Gabriel Marcel (no confundir con el filósofo del mismo nombre, y también francés), colaborador del editor Hetzel y del propio Verne en las obras Découverte de la Terre y La conquête géographique et économique du monde. La historia está basada en un hecho real –llevada al cine varias veces, por cierto–. En 1789, en el velero de la armada británica HMS Bounty tuvo lugar el famoso motín, donde los amotinados abandonaron a su déspota capitán, William Bligh, junto a dieciocho marineros –otros trece tripulantes que no se unieron al motín se quedaron en el navío por no haber espacio en la chalupa–, en el mar, cerca de la isla Tofoa. Después de cuarenta y un días de peligrosa navegación, pudieron llegar al puerto holandés de la isla Timor, del archipiélago de Las Molucas. Al mando del adjunto al segundo de abordo, Fletcher Christian, los rebeldes regresaron con el velero al puerto de Tahití, desde donde habían partido rumbo a las Antillas para transportar el árbol del pan, cuya función era alimentar a los esclavos en las colonias británicas. De Tahití, algunos de los tripulantes se hicieron a la mar llevándose consigo a diecisiete nativos, seis hombres y once mujeres –una con un bebé-, dirigiéndose esta vez a la isla Pitcairn, que por estar erróneamente cartografiada en aquella época, pensaron que sería un buen lugar para “desaparecer”. Hoy es Territorio Británico de Ultramar y, los pocos habitantes que tiene, son descendientes de los amotinados del Bounty y de los nativos tahitianos que se llevaron. Y claro, el Punto Nemo está, como decíamos al principio: “…al sur de la isla Ducie (perteneciente a las Islas  Pitcairn)”. En fin, si quieren buscar el Punto Nemo tienen las coordenadas en la web de Lukatela:



EL FIN DEL MUNDO LLEVA EL NOMBRE DE VERNE

Hay un neologismo utilizado por los vulcanólogos de habla inglesa que lleva el nombre de Jules Verne. La teoría, muy compleja para desarrollar aquí, habla de un mecanismo causal donde una erupción volcánica –erupciones basálticas– de tal magnitud que produciría una extinción masiva de especies, como la ocurrida hace 66 millones de años y que es conocida como la “Extinción Masiva del Cretácico –Terciario”, y ahora se le llama del “Cretácico –Paleógeno”. El nombre es Verneshot y hace referencia a la novela De la Tierra a la Luna, que se publicó por entregas en el Journal des débats, durante el 14 de septiembre y el 14 de octubre de 1865, y luego la publicó Hetzel en ese mismo año en formato libro. En la novela de Verne, un proyectil es lanzado consiguiendo escapar de la gravedad de la Tierra, y esto es lo que harían las eyecciones de gases y materiales volcánicos que se pondrían en órbita provocando impactos sobre la Tierra, como la de los meteoritos o cometas que provocaron la extinción de los dinosaurios, que no deja de ser también una teoría. Que el impacto de asteroides coincidiera con una gran actividad volcánica –que es otra de las teorías– es estadísticamente improbable, por ello el doctor estadounidense, Jason Phipps Morgan, que es profesor de Ciencias de la Tierra en la Royal Holloway de la Universidad de Londres, se preguntó por qué no pensar que esos impactos cósmicos fueran producidos por una masiva actividad volcánica que, a su vez, arrojaría material volcánico al espacio. Es así como Morgan pensó en Verne y llamó a esta teoría Verneshot, o lo que es lo mismo, “El tiro de Verne”. Muchos son los volcanes que aparecen en las novelas y narraciones de Verne, pero el más conocido tiene un nombre impronunciable, Snæfellsjökull, del Viaje al centro de la Tierra (1864), donde entre otras sugerentes y fantásticas teorías, nos propone la antigua y legendaria teoría de la “Tierra hueca”; pero esa es otra historia.

BLOOP: ¿EL GRITO DE NEMO?

Tampoco tenemos que alejarnos del Punto Nemo para explicar otra historia real, pero con regusto de literatura fantástica y, siendo el último refugio de nuestro héroe, no podíamos por más que hacer volar nuestra imaginación para pensar en el último y furioso alarido del personaje verniano más enigmático y con más puntos en común con su autor. Les contamos: En 1997, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (cuyas siglas en inglés son NOAA) detectó un sonido submarino de ultra–baja frecuencia de origen desconocido. En la época de la guerra fría, la marina de Estados Unidos había dispuesto millares de micrófonos submarinos con el objeto de detectar posibles incursiones de los submarinos soviéticos. Durante varios días del verano de ese año, los micrófonos, incluso los más alejados, detectaron un sonido potentísimo que bautizaron con el nombre de Bloop, y claro, este sonido se produjo en esa zona del Pacífico Sur, donde se encuentra el Punto Nemo. Aunque la explicación más lógica llevó a los científicos a pensar que los sonidos podían ser el resultado de unos terremotos de hielo causados por el resquebrajamiento de grandes icebergs, nunca se dio una explicación cerrada del asunto. También se habló de calamares gigantes (como los mitológicos Kraken) o ballenas aún más grandes que la conocida ballena azul (Balaenoptera musculus). Como ven, todo muy verniano. Pero los seguidores del genio de Providence, H. P. Lovecraft, también tienen algo que decir en esta historia. Resulta que cerca de este punto, Lovecraft situó la ciudad sumergida de R’lyek, que aparece en la novela La llamada de Cthulhu (1926). ¿Y cómo se comunican las entidades mitológicas de esta ciudad? Sí, con sonidos de ultra–baja frecuencia.

Ilustración de Nemo:  Édouard Riou. 

(Jules Verne: Tierra, agua, aire, fuego. (En: “Postscritum-Posdata”). Ediciones Graphiclassic, tomo II, Madrid, 2017. págs. 272-273. ISBN: 978-84-697-3439-1)

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