Por:
Bel Zaballa para Vilaweb.cat
Entrevistamos*
a la lingüista, que acaba de publicar el libro Visibilitzar o marcar.
Repensar el gènere de la llengua catalana. La entrevista la realizó para
Vilaweb Bel Zaballa.
Desde
unos años acá, documentos, disposiciones legales y discursos se han llenado de todos
y todas, bienvenidos y bienvenidas, niños y niñas, alumnados y personas
trabajadoras. A veces se llega a expresiones caóticas o ridículas. ¿Hasta qué
punto estos desdoblamientos y nombres genéricos hacen más visibles a las
mujeres o las discriminan? ¿Cómo afectan al lenguaje estos cambios y cómo
pueden acabar deformando la gramática? Hablamos de ello con la lingüista Carme
Junyent, coordinadora del libro Visibilitzar o marcar. Repensar el
gènere de la llengua catalana, que recoge las intervenciones y análisis de
una docena de profesionales durante unas jornadas organizadas en 2010 por el
Grupo de Estudios de Lenguas Amenazadas. Junyent dice que todo esto surge de la
confusión entre los conceptos de sexo que es
un rasgo biológico de los seres vivos y género categoría gramatical
que afecta al sustantivo y determina su concordancia. Una
confusión y una voluntad de dar mayor presencia a las mujeres que no han tenido
en cuenta el funcionamiento de la lengua y que, en cierto modo, la han
pervertido.
Junyent
recuerdo cómo fueron aquellas jornadas: Surgieron cuando vimos impreso el
título de un curso que impartíamos, el grupo de Estudios de Lenguas Amenazadas,
del que habían cambiado alumnos por alumnado. Me
dijeron que no podía hacer nada, que ésa era la norma. ¿Ahora tenían que salir
textos míos que contradecían lo que yo había defendido durante toda mi vida?
Decidí organizar unas jornadas para hablar de ello. Lo comenté con la gente y
me llevé una gran sorpresa al ver que todo el mundo estaba de acuerdo conmigo,
pero que nadie se atrevía a decirlo. Realmente, era la versión más cruda del
traje nuevo del emperador: todo el mundo ve que va desnudo, pero nadie se
atreve a decirlo. Las negociaciones también fueron duras, porque es muy difícil
rectificar en público, pero logramos el consenso y de aquí surgió un grupo de
trabajo, en el que yo no participé, y un documento plenamente vigente “Acuerdos
para el uso no sexista del lenguaje”, que viene a decir que si escribes los
barceloneses ya se deben considerar incluidas también las barcelonesas. En
estos tres años se ha notado el cambio.
Dice
que, cuando comenzó el movimiento feminista, adoptamos el modelo de la lengua
inglesa, que no tiene género, y que eso nos han llevado a deformar la
gramática...
Como
el inglés no tiene género, lo tienen que marcar para poder saber si se refieren
a un hombre o a una mujer. Aquí adoptamos esta teoría, sin tener en cuenta que
el catalán y, en general, las lenguas románicas sí tienen género. Y, por lo
tanto, nosotros sí podemos diferenciar. Durante todos estos años se ha ido
enmarañando la cosa y eso nos ha llevado a la ridiculización del movimiento
feminista, porque, jugando con la gramática, han salido cosas muy absurdas. Era
cuestión de visibilizar, no de tocar la gramática. Yo entonces había escrito
unos cuantos artículos en que me oponía, que pasaron desapercibidos. Hasta que se llegó al punto en que esto se
convirtió en ley y todos los documentos oficiales tenían que ir escritos de ese
modo.
Es
un modo de dar visibilidad a las mujeres a través del lenguaje.
Se
creyeron esas teorías y quisieron aplicarlas aquí, con todas las consecuencias
y con historias cada vez más delirantes. Como aparece en el libro, estuvieron a punto de aprobar una ley en
que se hablaba de personas adolescentes y personas infantiles. Puedo
compartir la intención, pero ¡eso no tiene sentido alguno! Acaso mi problema
sea que soy lingüista.
Precisamente
por eso hablamos con usted. Explíquenoslo...
Cuando
desdoblas y haces un femenino de un masculino, no siempre das la versión mujer
de la palabra. Y te puedes encontrar con sorpresas desagradables, como, por
ejemplo, minyó-minyona, (1) infant-infanta (2) o,
el más célebre, hombre público-mujer
pública. A menudo, cuando se
desdobla, salimos perdiendo las mujeres. Esto lo decían incluso las
primeras feministas: el género es un arma cargada. Ésa no podía ser la
estrategia.
¿Cuál
debe ser la estrategia?
Existen
muchos usos que se pueden cambiar, que afectan al léxico, no a la gramática. Y,
sobre todo, debe tenerse en cuenta que las gramáticas son como son, al margen
de las voluntades de los hablantes. Nadie se puede inventar una gramática, ni
siquiera una academia. Esta arrogancia es lo que menos se entiende: suponer que
se puede cambiar una gramática a
voluntad, eso sí que es totalitario.
En
el libro se recuerda varias veces que, en catalán, por la evolución que ha
tenido la lengua, el masculino es la forma no marcada y el femenino, la
marcada.
Eso
siempre lo comentaba con Joan Solà. Y le decía: si el masculino y el femenino,
en lugar de llamarse así, se llamaran género A y género
B, este debate no se habría producido jamás. Porque existen muchos modos de
clasificar los sustantivos. Hay lenguas que dividen entre animados e
inanimados; otras, entre humanos y no humanos, y otras que tienen una veintena
de géneros distintos. Cada una lo hace a su manera. Y en un par de casos el
género no marcado de la lengua es el femenino, y eso no tiene nada que ver con
el comportamiento ni con la visibilización; son sociedades tan machistas como
la nuestra. Atacábamos algo que, realmente, no tenía nada que ver con la
situación de la mujer.
Entonces,
¿no está de acuerdo con Albert Pla Nualart, que dice que el hecho de que el
término no marcado sea el masculino y el marcado, el femenino es el reflejo en
la lengua de muchos siglos de cultura patriarcal?
No,
en absoluto.
Lo
compara con las expresiones relativas a la religiosidad de nuestro lenguaje y
dice que, del mismo modo que eso no nos hace mantener la fe, el uso del
masculino genérico no hace ni más ni menos feministas a quienes lo utilizan.
La
diferencia es que esas expresiones religiosas no tocan la gramática. La
marcación afecta al sistema de la lengua e impone unas jerarquías. Si una
lengua tiene un término para verde, también tiene otro
para rojo. La lengua funciona así. No se nos puede pasar por la
cabeza eliminar el rojo, es impensable. Pero, en cierto modo, con las
duplicaciones y la pretensión de marcar más el género se ha hecho eso.
¿Cómo
visibilizamos a las mujeres en el lenguaje, pues? ¿O cree que no es necesario?
La
mujer tiene que estar. Y, si está, ya la veremos todos. Es eso, que se debe
cambiar la sociedad. Y la lengua ya seguirá el cambio, si es que tiene que
haber algún cambio.
En
el libro también aparece más de una vez la reflexión de que cambiando el
lenguaje se puede cambiar la realidad...
¡Si
eso fuera posible!
¿Puede
influir?
Todas
las lenguas cambian siempre, continuamente, pero de modo que las generaciones
se puedan comunicar. Eso ya impone algunas restricciones. La lengua puede
reflejar el mundo y la sociedad en que se habla. Si este mundo o esta sociedad
cambian, la lengua se va adaptando a esos cambios, porque es un sistema muy
flexible y se puede adaptar a cualquier situación. Pero que alguien me cite un
caso en que cambiando la lengua se haya cambiado la sociedad. Yo no conozco
ninguno.
Uno
de los contextos en que se utiliza el desdoblamiento es en las escuelas y, por
eso, ahora quiere impartir charlas en las universidades donde se forma a los
maestros.
No
sé si lo lograremos, pero, al menos, les haremos llegar la información. En el
mundo de la enseñanza, eso ha hecho daño. Algunos maestros ya cuentan que, cuando
dicen los niños que hayan acabado los deberes pueden salir al patio, las niñas
que los han acabado no se levantan, porque no se sienten aludidas.
Y
¿cómo convencería a esos maestros?
De
entrada, intento hacerles ver que ese planteamiento es absolutamente
eurocéntrico. En lenguas románicas, eso sólo se ha hecho en catalán, castellano
y ahora veo que también caen los del gallego. Ni en portugués, ni en italiano,
ni en francés, ni en rumano ni en ninguna otra lengua. Sólo por eso ya habría
que revisarlo. Pero, sobre todo, hay que hacer entender que la lengua funciona
así, que carece de sentido el que nosotros la queramos controlar.
Además
de los desdoblamientos, hay gente y colectivos que van un paso más allá y
utilizan el plural femenino como genérico, porque dicen querer evitar un
lenguaje androcéntrico. ¿Cómo lo ve?
Es
no entender cómo funciona el lenguaje. Pero, mira, un ejemplo que encontré este
fin de semana, mientras preparaba las charlas: David Fernández, en aquella impactante intervención en el Parlament
ante los directivos de Caixa Penedès, dijo diputados imputados. Él sabía que si
hubiera dicho diputados y diputadas o, directamente, diputadas, habría perdido
la contundencia que podía tener. Lo sabe porque lo utiliza. Era consciente
de que si, en aquel momento, hubiera desdoblado y hubiera hecho el numerito del
femenino, no habría dicho lo mismo ni le habrían tomado en serio. Este juego
con la lengua puede acabar ridiculizando a las mujeres. Siento que, en general,
sea la izquierda la que se haya apuntado a este disparate.
De
nuevo, aquí la intención es buena.
Sé
que lo hacen con buena intención. Tengo muchos ex alumnos que son de la CUP y,
cada vez que me encuentro a alguno, se lo digo. ¡Y todos me dicen que están de
acuerdo conmigo, pero que no lo consiguen! No convencen al resto, pero creo que
deberían reflexionar. No hacen ningún
favor a las mujeres y, seguramente, entorpecen más el mensaje.
¿Hacia
dónde deberíamos ir, pues? ¿Hacemos marcha atrás y abandonamos los
desdoblamientos? ¿Buscamos algún equilibrio?
Mi
opinión, que ni siquiera es la del documento de las conclusiones, es dejar las
cosas como estaban, porque todos ya nos vamos adaptando a los cambios.
¿Se
trata, entonces, de utilizar el sentido común?
Es,
sencillamente, sentido común, y punto. Si funcionara, ya no necesitaríamos nada
más. Y que no argumenten que eso va a favor de las mujeres, por favor, que nos dejen tranquilas. Lo que es
necesario es que hagan otras cosas. No es necesario que las digan, nos
conformamos con que las hagan.
En
el libro aparece su nombre y, al lado, editor, en lugar de editora.
Me sorprendió.
Ya
lo sé, era eso lo que quería. Y, cuando organizamos las jornadas, me puse director y
se me quejaron desde la mesa.
¡Tampoco
es necesario hacer eso! Lo hace para provocar...
Claramente.
Es como decir que yo no seré editora hasta que me dejen ser editor. Pero el
razonamiento es que yo realizo un trabajo y ¿a la gente qué le importa si soy
hombre o mujer? Porque otra cuestión de este debate es que a los hombres que se
han metido los han destrozado. A Gabriel Bibiloni le han dicho de todo. Y, sí,
eso es una provocación. Porque la gente supone que eso lo hacen los buenos y, a
mí, me sitúan en el lado de los buenos. Pero yo quiero que se acabe esta
comedia.
N.
del tr.: (1) Minyó significa solamente
'niño', 'muchacho', pero el femenino también significa 'criada'. (2) Infant significa
tanto 'niño' como 'infante', pero la forma femenina significa exclusivamente
'infanta'.
Carme
Junyent es profesora de Lingüística en la Universitat de
Barcelona y experta en lenguas de África. Es autora, entre otras obras,
de Les llengües del món (1989), Vida i mort de les
llengües (1992) y Contra la planificació (1998) y
compiladora, junto con Virgínia Unamuno, de El català: mirades al
futur (2002).
* Entrevista realizada el 31.10.2013
Traducción
para www.sinpermiso.info: Julia Jurenita
Fuente
original:
“El món” de RAC1. Carme
Junyent, lingüista: "Abans de ser alcaldessa, Ada Colau parlava
normal" (23-02-16)
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