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sábado, 27 de junio de 2015

“Lo maté porque era de Vinaroz”


Ilustraciones: Liniers

Los crímenes ejemplares de Max Aub (Libros del Zorro Rojo) son un compendio de testimonios anónimos que muestran los razonables y al mismo tiempo disparatados motivos que llevaron a sus autores a cometerlos. En este sentido, la de Max Aub no es sino una confesión más, que abre el libro: “Me declaro culpable y no quiero ser perdonado. Estos textos —dejo constancia— no tienen segundas intenciones: puro sentimiento”.

“No hay tantos crímenes como dicen, aunque sobran razones para cometerlos” -explica Max Aub en su prólogo- y además, estas no suelen ser tan oscuras como creemos. Asesinar al que en vez de comer, rumia; a quien mira al techo indiferente mientras hace el amor o matar a alguien simplemente por aburrimiento, son motivos que pueden haber cruzado la mente de cualquiera de nosotros en alguna ocasión.



Impregnados de un potente humor negro y una fuerte irreverencia formal, Max Aub escribió estos crímenes a lo largo de muchos años. Puesto que fue quitando y añadiendo textos, prácticamente no existen dos ediciones iguales del libro. En ellos, lo grotesco del crimen se trabaja a través de la repetición creativa, como él mismo explica: “Siempre que pude evité la monotonía, que es otro crimen”.



Todos conocemos al Liniers historietista por su tira cómica Macanudo, que comenzó a publicarse en 2002 en la Argentina y que hoy en día se edita en multitud de países. Cualquiera puede identificar su estilo aparentemente ingenuo o su uso del factor sorpresa como generador del humor absurdo, pero es otro Liniers el que descubrimos en las páginas de Los crímenes ejemplares. Sin perder de vista sus técnicas de composición siempre tradicionales -la tinta china y la acuarela en lugar del dibujo por ordenador- ni la experimentación constante que caracteriza su producción, Liniers abandona aquí su estilo más contenido para dialogar con los rasgos esenciales de la obra de Aub, para dibujar la violencia y hacerlo con violencia, pues sus trazos rápidos como cuchillazos en una atinada bicromía de rojo y negro acompañan la serie de brevísimos textos que componen los “Crímenes”.



Leer, reír y reflexionar son un mismo fruto que madura a través de las páginas de este libro, compuesto no solo de crímenes, sino también de secciones tan variopintas como “De suicidios” y “De gastronomía”, y que se cierra como corresponde, con la sección “Epitafios”. 

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