Páginas

lunes, 23 de marzo de 2015

Carta de Antón Chéjov a N. A. Leikin


Voskresensk, 27 de junio de 1884

Acabo de llegar de una autopsia forense a 10 verstas de Voskresensk. He ido en una elegante troika con un juez instructor decrépito, que apenas respiraba y, por su vetustez, nada capaz, una criatura menuda, canosa y bondadosa, que hace veinticinco años que sueña con un puesto de miembro de tribunal. He hecho la autopsia junto al médico del distrito en el campo, bajo la copa de un joven roble, en un camino vecinal… El difunto era “no lugareño”, y los aldeanos, en cuya tierra fue encontrado el cadáver, nos suplicaron por Dios, con lágrimas en los ojos, que no hiciéramos la autopsia en su pueblo… “Hay que proteger a las mujeres y los niños del terror…”

Al principio, el juez instructor estaba indeciso, tenía miedo de los nubarrones; pero después, tras considerar que se podía escribir un borrador y a lápiz, y viendo que nosotros estábamos de acuerdo en destripar el cuerpo al aire libre, hizo caso omiso de las súplicas de los aldeanos. El inquieto aldeorrio, los testigos presenciales, el policía y su placa, una viuda que vociferaba a unos doscientos pasos del lugar de la autopsia y dos aldeanos en el papel de Kustodiev (custodio) cerca del cadáver… Al lado de los silenciosos Kustodiev se extingue una pequeña hoguera… velar el cuerpo noche y día hasta la llegada de las autoridades es una obligación de los aldeanos que no está pagada por nadie… El cadáver lleva una camisa roja, calzones nuevos, está cubierto por una sábana… sobre la sábana hay un escapulario. Le pedimos agua al policía… Hay agua, en un estanque al lado, pero nadie nos ofrece un cubo y nos emporcamos. Un aldeano se permite una artimaña: los de Manéjino roban el cubo a los de Trújino… El cubo de otro no importa… Nadie sabe cuándo lo han conseguido robar, ni cómo ni dónde… Están terriblemente satisfechos con su hazaña y se ríen… La autopsia da como resultado veinte costillas rotas, un edema pulmonar y tufo de alcohol en el estómago. Una muerte violenta por estrangulación. Al borracho le golpearon en el pecho con algo pesado, seguramente con una buena rodilla de mujik. En el cuerpo había una gran cantidad de rasguños resultado del forcejeo. Los de Manéjino encontraron el cuerpo y lo balancearon durante dos horas con tanto celo que el futuro defensor del asesino tendrá todo el derecho a formular al experto la siguiente pregunta: la fractura de las costillas, ¿no sería a consecuencia del balanceo? Aunque creo que nadie hará tal pregunta… No habrá ni defensor ni acusado… El juez instructor es hasta tal punto decrépito que no sólo el asesino, sino incluso un chinche enfermo puede esconderse de su palidecido ojo…

(En A la carta: Cuando la correspondencia era un arte, selección y prólogo de Valentí Puig, Editorial Elba, Barcelona, 2014. A su vez extraída de Chéjov en vida: una biografía en documentos, argumentos para una novela corta, Alba Editorial, Barcelona, 2011. Traducción de Frederic Guerrero-Solé y Oksana Gollyak.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario