JUEZ SANTIAGO VIDAL: “PUIG ANTICH FUE
ASESINADO”
Por Javier Coria. Fotos: Francesc Sans
Con
motivo de la publicación del libro “Salvador
Puig Antich, cas obert” (Angle Editorial), del periodista Jordi Panyella, y con la presencia de
las cuatro hermanas de Salvador recogemos las opiniones sobre el caso del
magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona, Santiago Vidal, del actual abogado de la familia, Sebastià Martínez Ramos y del propio
autor del libro. En “Salvador Puig Antich, caso abierto”, según Panyella, se
nos presenta la revisión definitiva del proceso que terminó con la vida del joven
anarquista en ese medieval instrumento de muerte, el garrote vil, el 2 de marzo
de 1974, hace ahora 40 años. Con la lectura del sumario, la búsqueda de
testigos que en su momento fueron silenciados y con las modernas técnicas
forenses, se ha reconstruido la detención que terminó con la muerte del policía
Francisco Anguas que, como apuntan las pruebas recopiladas, fue víctima del
fuego cruzado entre Salvador y los otros agentes, según la tesis recogida en el
citado libro que desmonta la versión oficial.
Santiago Vidal, miembro de Jueces por
la Democracia, es magistrado de la Audiencia de Barcelona y uno de los 33
jueces catalanes que han firmado el manifiesto donde, entre otras cosas,
afirman que dentro del marco constitucional hay vías legales para celebrar la
consulta soberanista del 9 de noviembre. Sobre el caso de Puig Antich mantiene
unas opiniones rotundas que no dejan lugar a dudas sobre lo que piensa:
“Éste es uno de los casos más oscuros
de la historia judicial de nuestro país. Hay un capítulo en el libro que lo
resume todo: ¿Las togas son de color negro o de color caqui? Precisamente en
aquel juicio, como desgraciadamente en muchos de aquella época, los miembros de
los tribunales no iban vestidos de negro, iban vestidos de militar. La gente no
sabe que muchos de esos militares ni tan siquiera eran jueces, hacían de
jueces. Y claro está, durante todo el periodo que estuvieron en ejercicio,
nunca entendieron que su responsabilidad no era atender las órdenes de sus
superiores militares, sino el de hacer justicia. Seguramente eran muy
obedientes y disciplinados, como es propio de la carrera militar, pero,
difícilmente, ninguno de aquellos juicios y sentencias pasarían hoy la criba
del Tribunal Internacional de Justicia o del Tribunal Europeo de los Derechos
Humanos. En aquellos juicios sumarísimos se analizaban conductas por delitos
muy graves, de acuerdo con la legislación redactada por aquellos que se habían
sublevado contra la legalidad vigente, es decir, contra la República. Era una
legislación específica, ad hoc, y las penas que se pedían iban desde penas de
muerte, cadena perpetua hasta muchos años de reclusión. A pesar de esta
gravedad, es curioso saber que el promedio de las sentencias de aquellos tribunales
no ocupaba más de 4 páginas. Hoy, cualquier sentencia de cualquier juicio
menor, lo mínimo que ocupa son 15 folios. Las leyes internacionales y el propio
mandato constitucional, nos dice que los
jueces, a la hora de interpretar la ley, no podemos ser arbitrarios, y por lo
tanto debemos motivar y explicar claramente el porqué del fallo que hemos
emitido. En aquella época, las causas probatorias, los hechos, los argumentos
jurídicos…, se ventilaban en medio folio para cada uno de los apartados”.
Para
Santiago Vidal el proceso a Puig Antich fue un juicio ilegal, donde se cometió
una injusticia irreversible, ya que nunca se podrá devolver la vida a Salvador.
Se eliminaron pruebas y los jueces y fiscales permitieron que la policía
franquista elaborara un relato de los hechos que no coincide con lo que
realmente sucedió. Pero nos sigue contando el magistrado:
“Puig Antich fue asesinado, no es que
fuera ejecutado, sino que fue asesinado legalmente. Algún día se podrá hacer algo
de justicia, cuando se anule el juicio sumarísimo militar y la sentencia. Las
leyes actuales prevén un recurso extraordinario, que se llama recurso de
revisión, pero que tiene unas dificultades jurídicas enormes. Dicho recurso se
puede basar en dos cosas: en la aparición de pruebas nuevas o en la nulidad
radical del proceso, porque el tribunal no era competente para juzgar aquel
caso. En el proceso de Salvador se dan las dos circunstancias. Hoy, con pruebas
periciales mediante sistemas infográficos, se ha podido diseñar la trayectoria
de las balas en tres dimensiones. En la época, nunca se esclareció cuántos
disparos se efectuaron. En el juicio, las pruebas de convicción más
importantes, los casquillos de las balas del tiroteo y las extraídas de los
cuerpos de Anguas y Puig Antich, no fueron presentadas porque “desaparecieron”.
La policía de la época, y eso que murió un compañero suyo, y los jueces y
fiscales de la época, no hicieron un trabajo riguroso y profesional como cabría
esperar. Entonces, ¿Por qué el Tribunal Supremo no admitió el recurso
extraordinario de revisión? Recordemos que en el tribunal que sentenció a Puig
Antich había dos generales y un coronel. Pues bien, dos de los magistrados que
formaban parte de la Sala Quinta del Tribunal Supremo, en el año 2007, cuando
se denegó el recurso de revisión, uno era hijo y el otro primo de uno de
aquellos militares. En justicia, estos dos magistrados debieron haberse
abstenido, pero no lo hicieron. Afortunadamente, de los cinco jueces que
dictaron aquella resolución, dos emitieron un voto particular que les sacó los
colores a sus compañeros”.
Recordemos
que ni los gobiernos del PSOE ni los del PP, ni el Tribunal Supremo han querido
anular las sentencias dictadas por los Consejos de Guerra y el franquista
Tribunal de Orden Público.
Según los
peritos José Luis Pedragosa y Jordi Maurel, que hicieron los pruebas
infográficas de las trayectorias balísticas, Hay un primer impacto en el cuerpo
del subinspector Anguas, que puede haber sido realizado por Salvador, que
impactó en el abdomen y salió por el glúteo y no era mortal, por ello añade el
magistrado:
Las hermanas Puig Antich
“Quiero dejar claro que Salvador
debió ser juzgado y, probablemente, condenado por un delito de lesiones con
arma de fuego, pero eso es una cosa, y otra fue juzgarlo como terrorista y
condenarlo a pena de muerte. Salvador, seguramente, fruto de su idealismo,
traspasó una línea roja que los jueces decimos que nunca hay que traspasar, que
es intentar imponer tus razones con el uso de la violencia”.
Sebastià Martínez Ramos trabajó dos años en el
despacho de los dos abogados que intentaron que le conmutara la pena de muerte
a Salvador, Oriol Arau y Francesc Caminal. El despacho de Martínez Ramos y su
socia Olga de la Cruz, desde noviembre de 2002, llevan el caso para lograr la
revisión del proceso en el Tribunal Supremo:
“Cuando las hermanas Puig Antich nos
hicieron el honor de encargarnos el estudio de la posible revisión de la
sentencia que llevó a la muerte a su hermano, lo primero que hicimos fue
fotocopiar la totalidad de la documentación del caso, que estaba custodiada en una caja fuerte del
gobierno militar. Solo podíamos pedir esta revisión si encontrábamos pruebas
nuevas o aportar pruebas que tecnológicamente no eran posibles en los años de
1973 y 1974, y así lo hemos hecho, para aclarar lo que pasó en aquel portal”.
En un
portal situado en el número 70 de la calle Girona de Barcelona, el 15 de
septiembre de 1973, fueron introducidos a golpes Puig Antich y su compañero del
Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), Xavier Garriga. Tras conseguir un lugar
de encuentro mediante torturas a otro militante del MIL, se montó un operativo
con seis policías de paisanos mandado por el inspector Santiago Bocigas. A los
jóvenes se les acusaba del atraco a un banco. Los agentes llevaban las pistolas
en la mano y, en el interior del portal, Puig Antich y Bocigas forcejearon,
ambos, pistola en mano, cayeron de espaldas. Cuando se oyó el primer disparo
todos se quedaron paralizados y Garriga aprovechó la confusión para tratar de
huir, pero fue detenido enseguida y conducido a comisaría por dos agentes. A
partir de ahí, todo es confusión. Pero nos sigue contando el letrado:
“Durante la detención de Puig Antich
murió un policía, el competente debió ser el juez de guardia de Barcelona, de
la jurisdicción ordinaria, y no lo fue. Pero el primer hecho irregular fue el
que protagonizó el Jefe Superior de la policía. Aquel día tan triste para él,
porque murió un joven de 25 años, un joven que pertenecía al grupo de atracos y
lo sacaron de su puesto para hacer esta detención. Además tenía el cambio de
destino aprobado y en pocos días se iba para Andalucía. Pues bien, el jefe de
policía, la única gestión que hizo, fue enviar un oficio al juez de guardia
pidiendo el traslado del cuerpo del señor Anguas, a una comisaría de policía.
Cuando el cuerpo se encontraba en el Hospital Clínic donde, por cierto, estaba
la cátedra de anatomía patológica y era donde se hacían las autopsias en
aquella época. Nos preguntamos por qué el cuerpo se llevó a una comisaria. La
otra pregunta que nos hicimos es de sumar y restar. Cuando llevamos a José Luis
Pedragosa Radua, jefe del departamento de reproducción de accidentes de los
ingenieros industriales de Barcelona, al lugar de los hechos, y con el atestado
policial en la mano, había contradicciones muy graves. La primera es que era
imposible que todas las balas que impactaron en el cuerpo del señor Anguas
salieran de la pistola de Salvador. Ahora sí que entiendes porqué se perdieron
las balas, porqué se hizo la autopsia en una comisaria, porqué las pistolas de
los policías desaparecieron, porqué se utilizó la jurisdicción militar en vez
de la ordinaria… porque se quería tapar algo, cómo había muerto el señor
Anguas. ¿Por qué no se reconoció que todo fue un desgraciado accidente? A todo
esto no puedo por más que admirar la valentía de los magistrados del Tribunal
Supremo, excelentísimos señores José Luis Calvo Cabello y Juanes Peces, que
cada uno independientemente, con su voto particular, les dijeron a sus
compañeros que construyeron el fallo partiendo de la base de la decisión ya
tomada de denegar el recurso”.
En el
portal se encontraron tres impactos de bala, dos en la pared y uno en un
escalón. El cuerpo del subinspector Anguas tenía, por lo menos, cinco impactos
de bala, según declaró el doctor Ramón
Barjau, jefe de guardia del Hospital Clínic. Dicha declaración la hizo ante la
Sala Quinta del Tribunal Supremo, cuando se solicitó la primera revisión del
caso. Durante el proceso a Puig Antich, no sólo no fue llamado a declarar, sino
que ni siquiera se le tomó declaración por la policía. Con los tres impactos de
bala del portal, más los cinco del cuerpo del policía, suman ocho. La pistola
de Puig Antich fue la única arma que se presentó en el sumario, y había
disparado cuatro balas de las ocho que cabían en el cargador. De dónde salieron
las cuatro balas restantes es el misterio que envuelve este caso. Las pistolas
reglamentarias de los policías nunca se peritaron. El policía Fernández Santorum
sí que declaró ser el autor, cuando su compañero yacía en el suelo, de los dos
disparos que hirieron a Puig Antich, en la mandíbula y en el hombro. Claro que
estas dos balas fueron guardadas por los médicos del Hospital Clínic que
estaban de guardia –Joaquín Latorre y el citado Barjau- y, cuando las vino a
reclamar la policía, les hicieron firmar un recibo. Si no, quizá, estas balas
también se hubieran “perdido” con las otras y sus casquillos.
Jordi Panyella es periodista del diario
El Punt Avui. En 2012 publicó el
libro Fèlix Millet, el gran impostor,
sobre el caso del saqueo del Palau de la Música:
“Los periodistas siempre nos metemos
en historias que no son nuestras, esta es la historia de la familia Puig
Antich, pero también es la historia de todos nosotros. En este libro está
presente la muerte, pero he querido que fuera un canto a la vida y la libertad.
Yo nunca hubiera escrito este libro si el Tribunal Supremo hubiera hecho caso
del trabajo impecable, jurídicamente hablando, de Sebastià Martínez y Olga de
la Cruz. Seguí el proceso y pensé que en la prensa no lo habíamos explicado
bien. Cuando me puse a ello, encontré testimonios de aquella época y testigos
nuevos que nunca fueron escuchados. Este es un libro periodístico, pero también
jurídico, gracias a la colaboración de los abogados citados. No me he metido en
la historia política del MIL, porque es un debate aún encendido y controvertido,
ni en el silencio de las fuerzas políticas de izquierda de entonces, porque ya
se ha contado. Yo me emocioné al escribirlo y en la propia investigación.
Espero que también se emocionen los lectores, que seguro, como yo, también se
enfadaran e indignarán, pero luego les pido que conviertan esa indignación en
acción por la causa de Carme, Imma, Montse y Merçona.
Las
hermanas de Puig Antich pasaron muchos años sin recibir apoyos en su lucha por
la revisión del caso de Salvador; revisión que les ha sido negada en dos
ocasiones. Ese silencio vergonzante, de todos como sociedad, y de políticos y
juristas, en particular, fue un manto de silencio que hoy se está rompiendo.
Personadas como querellantes en la Querella Argentina contra los Crímenes del Franquismo
esperan asistir un día a la publicación del libro: “Salvador Puig Antich, caso cerrado”.
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA REVISTA RAMBLA
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