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viernes, 19 de octubre de 2012

EL NACIMIENTO DE CARVALHO



Un día como ayer, 18 de octubre, nos dejaba el escritor y amigo Manuel Vázquez Montalbán creador del detective Pepe Carvalho.

EL NACIMIENTO DE CARVALHO

Como tantos otros mitos trascendentales para nuestra educación y substrato cultural, nunca creí en Carvalho.

Supongo que la culpa la tiene Philip Marlowe, y tantos otros personajes de ficción de los que conocemos gran cantidad de anécdotas que, sin embargo, no consiguen hilvanarse en una biografía creíble.

Hay tantos Marlowes como novelas escribió Chandler, porque este autor recreó una figura sin pasado y sin futuro, pero también porque Chandler no era el mismo cuando escribía El sueño eterno, en 1939, que cuando escribía Playback en 1958. Y, por mucho que le pese al novelista, su obra es el espejo donde el lector siempre le verá reflejado.

Constantino Romero (con gafas) caracterizado de Carvalho

Influido, pues, por este prejuicio a la hora de observar las andanzas de los personajes de ficción, siempre me sentí distanciado de Carvalho y lo vi como ente indefinido, tímida o astutamente oculto tras la primera persona. Esa primera persona que evita que el protagonista haga alusiones o descripciones de sí mismo, que supedita cualquier referencia biográfica al argumento de que se está tratando en cada momento y que se convierte, por consiguiente, en máscara. Un punto de vista, dice Vázquez Montalbán, lo que se puede interpretar como ojo, que ve todo alrededor excepto a sí mismo. Mediante la primera persona, el autor se confunde con el personaje y los dos pretenden mantenerse al margen, como el titiritero que, vestido de negro, se camufla sobre el telón de fondo y mueve los muñecos con la intención de darles vida propia y fingir que es capaz de desvincularse de ellos por completo.

Para mí, pues, Carvalho no era alguien interesante en sí mismo sino por su alianza con el autor que hablaba por su boca. Más que las aventuras que corría, me interesaban las opiniones y la descripción que hacía del entorno y esto no se lo atribuía a él sino a su creador. Carvalho no era un personaje vivo del que acaso un día pudiera escribirse una biografía y, por tanto, me resulta paradójico que la presente biografía sirva precisamente para darle vida. En consecuencia, me atrevería a decir que Carvalho no existía hasta que Manuel Blanco Chivite escribió este libro.


El secreto está en que Vázquez Montalbán nunca ha construido un personaje sin pasado y sin futuro. Cualquier nombre o apellido, en cualquiera de sus libros, toma cuerpo y forma de inmediato, y en seguida lo vemos prendido de los referentes de ayer que le permiten (o no) proyectarse hacia un mañana. Y Vázquez Montalbán hace esto aun sin pretenderlo, cuando se inventa a un sujeto que debería estar escondido, con él, en segundo término, confundido con el telón de fondo.

No sé si Vázquez Montalbán pretendía ocultarnos quién era Carvalho. Quizá incluso a sí mismo se dijera que pretendía contarnos quién era Carvalho. Dice: “Cuando acabé de escribir Tatuaje, me di cuenta de quien contaba la historia era un monstruo…”, lo que me hace pensar que la vida del detective se fue configurando según las necesidades de cada nueva historia. Al azar. Como suelen configurarse todas las vidas, por otra parte.


Lo peor que le podía ocurrir a Pepe Carvalho era nacer en una obra como Yo maté a Kennedy, y luego crecer y multiplicarse de la mano de un creador de imaginación desbocada y desbordante. Porque nació con un destino distinto al que realmente le esperaba. Nació en libro desbocado y desbordante, con vocación de inverosímil, donde todavía no “pasaban cosas”. Fue después de ese libro cuando a Manolo le entraron “ganas de escribir una novela donde pasaran cosas” y, por extraño milagro, el Carvalho nacido del caos se encontró protagonizando novelas de un género que, por definición, es racional y realista.

Todos los personajes de novela nacen como mentiras construidas con pedazos de verdad y terminan siendo verdades de ficción. Carvalho, en cambio, nació en la mentira más increíble (Yo maté a Kennedy), condicionado por delirantes antecedentes y se vio enfrentado a una realidad que se pretende cartesiana. Y supongo que eso es lo que terminó haciendo de él un ser tan sumamente real.


Para mí (y para muchos lectores) Carvalho nunca fue el galán que Carlos Ballesteros, Juan Luis Gallardo, Patxi Andión o Eusebio Poncela representaron en la pantalla. (Tampoco fue el Trintignant que se figura el autor). Quien conoció primero al autor, nunca tuvo la menor duda de que Carvalho era orondo, flemático, paciente, reflexivo e ingenioso como Manuel Vázquez Montalbán. El que más se parecía a él era aquel Carvalho de una extraña película (Olímpicamente muerto) interpretada al alimón por Constantino Romero y el propio Vázquez Montalbán.


Cada novela es un resumen de muchos instantes distintos del escritor ante la página en blanco. La veintena de novelas de Carvalho es un cóctel confeccionado con mil estados de ánimo distintos de Vázquez Montalbán. Y por tanto este libro (mucho más que una biografía), antes que descubrirnos a un personaje, nos desenmascara a su autor. Leído entre líneas, desvela con gran sabiduría no sólo cómo piensa y cómo quiere que le veamos nuestro entrañable Manolo, sino también y sobre todo cómo trabaja, cómo elabora sus libros y, por tanto, cómo se comunica y cómo se relaciona.

O sea: cómo es.

Andreu Martín

Prólogo a Carvalho: Biografía de un detective de ficción, de Manuel Blanco Chivite, ed. VOSA, Madrid, 1997.


Última hora:


Maj Sjöwall gana el VIII Premio Pepe Carvalho


La autora recibirá el galardón en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, en el marco de la próxima edición de BCNegra, que tendrá lugar entre el 4 y el 9 de febrero de 2013.

Junto a Per Wahlöö creó en 1965 al inspector Martin Beck, protagonista de una saga de diez novelas, que ha sido considerada por crítica y lectores como el inicio de la moderna novela negra europea. 


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