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lunes, 10 de octubre de 2011

DEL ¡EQUILICUÁ! AL COCOLICHE DE LOS TANOS


Hacía tiempo que no escribía una nueva entrada de la etiqueta “Viaje a las Palabras”. Miles y miles de correos recibidos, comentarios por la calle, los líderes mundiales se lo preguntaban, los de la SGAE lo debatían en sus asambleas y últimamente en los juzgados, etcétera, pero al fin… ¡Equilicuá! ¡Helo aquí!, un nuevo post de la serie de más éxito de la blogosfera hispanohablante.

En esta nota conoceremos como dos palabras, la interjección “¡equilicuá!” y el sustantivo “cocoliche”, tienen su origen en el mundo de la farándula (como “Suripanta” de la que ya hablé en esta sección). Sí señores, pasen y vean que la función va a empezar.

EQUILICUÀ

Raramente en la España actual escucharemos a alguien decir ¡equilicuá!, pero hace unos años, muchos, era algo más frecuente, y no sólo en este lado del océano. Si mal no recuerdo, yo se la oía decir a mis padres, cosa nada extraña porque esta expresión se hizo popular en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Es en esos años donde podemos rastrear uno de sus posibles orígenes porque no, no la encontraremos en el Diccionario de la Real Academia (a partir de ahora, DRAE), pero sí en el María Moliner: Diccionario de Uso del Español (el María Moliner, en adelante). En él se lee: “Equilicuá (del italiano eccoli qua, helos aquí), adverbio informal. Se usa como expresión de asentimiento con el significado de “exacto”.

Aunque de pequeño la palabra me sonaba a francés, quizá porque también se puso de moda, años más tarde, la cursilada de decir merci en lugar de gracias. Fuere como fuere, el María Moliner nos da una pista sobre su origen, aunque en la etimología, como en la toponimia, lo evidente a veces no es lo cierto, por ejemplo, su significado es muy parecido al de la expresión latina quidem, que quiere decir “en efecto”; “sin duda”; “ciertamente”, claro que no he oído a nadie decir quidemcuá. Pero todo apunta a que nuestro simpático “equilicuá” es una degradación o españolización del italiano eccolo qua -singular masculino-; eccoli qua -plural masculino-; eccola qua -singular femenino- y eccole qua -plural femenino- (gracias a Annabel por esta clase de italiano).

Totó en 1918

Pero… ¿cómo llegó a popularizarse esta expresión? ¿Quizá nos vino de cuando la presencia española en el Reino de Nápoles?, de ser así encontraríamos el vocablo recogido desde más antiguo, y como digo más arriba, se empezó a utilizar en la década de los cincuenta en adelante, salvo que alguien me diga lo contrario, que estamos aquí para aprender entre todos. La versión que manejo, puede haber otras, es la siguiente. La etapa de 1947 a 1952 fue la época dorada de un cómico italiano de teatro de variedades cuya fama y actuaciones también llegaron a España, se trataba del gran Totó, de nombre real larguísimo que resumiré en Antonio de Curtis (1898-1967). Dos aclaraciones: la expresión “real” viene al pelo porque este napolitano llegó a pleitear por conseguir varios títulos nobiliarios (incluso se le dio el tratamiento de príncipe) que consiguió, pese a no tener derecho a ninguno, cosa que se supo más tarde. Y otra cosa que quería aclarar, Totó, al que muchos de ustedes conocerán, fue mucho más que un actor cómico y satírico. Participó en… ¡97 películas!, además de ser letrista de canciones, poeta, guionista de cine y televisión. Fue en la televisión, en series, en anuncios publicitarios y en sketch donde Totó llegó al gran público. Algunos de estos sketches los terminaba con la frase. “eccolo qua”, la coletilla hizo fortuna en España y lo demás es historia.

COCOLICHE

El caso del cocoliche es diferente, aquí nos referimos a una jerigonza, pero tiene relación con la expresión anteriormente comentada en que también procede de Italia y que en las tablas de los teatros tuvo expresión y recreación artificial, aunque su origen estaba en el hablar criollo de los inmigrantes del sur de Italia que llegaron a la Argentina y al Uruguay a finales del siglo XIX y principios del XX. En este caso sí que el DRAE recoge la palabra, y si no me equivoco lo hace desde la edición de 1927, y la definición dice así: “Jerga grotesca que hablan los inmigrantes italianos en Argentina”, aunque en la última edición lo han redactado así: “Jerga híbrida que hablaban ciertos inmigrantes italianos mezclando su habla con el español”.

Inmigrantes italianos llegando a Argentina

Claro está que la jerga de los extranjeros que mezclan su lengua materna con el idioma de la tierra de acogida es muy común, en Estados Unidos tenemos el ejemplo del spanglish, pero el caso del cocoliche tenía la particularidad en que se hablaba entre los tanos, que es como se llaman a los napolitanos en Argentina. Quiero decir que, en un principio, se suscribía al castellano que hablaban los italianos del sur, que quizá por su fuerte acento se les notaba más su origen. Si me permiten un ejemplo sentimentalmente cercano –y hablando de inmigración interior-, sería como el caso de los andaluces llegados a Cataluña, que no es que mezclaran palabras castellanas con el catalán, sino que mezclaban palabras catalanas -con una pronunciación muy sui géneris- con el castellano. Si quieren encontrar una bonita muestra de éste hablar charnego (1) -y que a un servidor le encanta-, lo pueden encontrar en la magnífica canción de Joan Manel Serrat titulada: “Caminito de la obra: historia por rumba” donde se habla del día a día de un paleta (albañil), que con su chamarreta (en realidad se dice samarreta, camiseta en castellano); se monta en su mobilé (por la marca italiana de motocicletas “Mobilette”) camino de la obra. Otras expresiones catalanas que podemos encontrar en la letra citada son tocho (en realidad es totxo, ladrillo); trabanqueta (correctamente es traveta, zancadilla); enchegar (por arrancar la moto) y la que más me gusta, barrecha (se escribe barreja; literalmente, mezcla; pero se llama así la combinación de vino moscatel con aguardiente de anís, bebida muy popular en el desayuno del paleta de antaño). Pero me estoy yendo por las ramas, decir que tanos finalmente se hizo extensible para denominar a todos los inmigrantes italianos que llegaban a la Argentina, como a los españoles nos llaman a todos gallegos, independientemente del lugar de España que procedamos.

José Podestá como Cocoliche

¿Por qué se llamaba cocoliche? Hay una historia que se da como válida para explicar esto. El cómico Celestino Petray un día se presentó en escena imitando las dificultades que tenía un inmigrante italiano al hablar castellano. Para ello el caricato se fijó en un mozo de cuadras del circo criollo de los hermanos uruguayos José y Jerónimo Podestá. El peón en cuestión era un calabrés llamado Antonio Cuccoliccio. Fue en 1890 cuando los Podestá crearon el personaje cómico Franchisque Cocoliche, que se presentaba así: “Mi quiamo Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese da la taba e la canilla de lo caracuse, amico”. Otro ejemplo lo tenemos en el sainete El conventillo de la Paloma (1929) de Alberto Vacarezzi: “Sará carpincho, locura, amore, non só ma giuro, per la ánema de san Genaro que ante de aflojare le prendo fuego a lo conventillo” (2). En consecuencia, y como vemos por la exageración de los ejemplos, podemos decir que el cocoliche fue una jerga literaria artificial que se utilizaba en las obras cómicas. Está claro que para elevar el tono humorístico se llevaba la caricaturización al extremo, pero fuere como fuere, al castellano italianizado se le llamó cocoliche y muchas de sus palabras se conservaron en el lunfardo y aún en el habla actual, como las expresiones.: laburar, gambetear, birra, cuore, etc. Ahora sólo me queda bajar el telón y, como la sombra de un mal actor que se pavonea por el escenario, hacer mutis por el foro. 

© JAVIER CORIA

NOTA (1): La palabra charnego (escrito en catalán es xarnego o xarnec) tuvo diferentes significados en la historia y con origen despectivo –más lingüístico que racial-, claro que con el tiempo y la llegada de la democracia, no sólo quedó en desuso, sino que fue reivindicada por algunos escritores y políticos. Es el caso del escritor Francesc Candel con su libro Els altres catalans (Los otros catalanes, 1964) o éste de titulo más explícito: Un charnego en el Senado (1979). Incluso Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona (1982-1997) y President de la Generalitat (2003-2006) y cuya madre era vasca, también se declaró charnego. Las canciones como la citada de Serrat –su madre era aragonesa-, o que políticos charnegos como José Montilla, nacido en Andalucía y que fue el 128º presidente de la Generalitat de Catalunya (2006-2010), facilitaron la normalización y aligeraron la carga despectiva del término, en ese sentido la uso yo en este texto, claro está, pues también me reivindico charnego. Para aclararnos, charnego se aplicaba al nacido en Cataluña pero de padres inmigrantes, pero también se utilizó para designar a la descendencia de parejas mixtas o, por extensión, a los castellanoparlantes o los inmigrantes no catalanizados. El vocablo hizo fortuna en el siglo XVI, cuando hubo una fuerte inmigración francesa de occitanos y gascones a Cataluña. El gascón charnègo se importó para designar al mestizo o forastero que venía del país vecino. La carga despectiva la entenderemos si conocemos el origen castellano de la palabra, que no es otro que lucharniego, que era un perro, un mastín, adiestrado para cazar de noche.

NOTA (2): Las citas están sacadas del artículo de Fernando Sorrentino “Cocoliche italiano y cocoliche argentino”, en El Trujamán, 2005.

EL GRAN TOTÓ (Aunque aquí acaba con un: “¡Porca miseria!”)

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