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martes, 20 de septiembre de 2011

EL REY RECUPERA LA CABEZA


Francia encuentra el cráneo de Enrique IV, desaparecido hace 217 años.


Por ELIANNE ROS

Caprichos de la historia. Justo cuando se cumplen 400 años de su muerte, el rey Enrique IV de Francia, cuyo cráneo desapareció durante los tumultos de la Revolución, ha recuperado la cabeza. La perdió en el año 1793, después de que el pueblo levantado en armas profanara su tumba y su cuerpo momificado fuera exhibido ante la muchedumbre. Un sans-culotte lo decapitó, y la cabeza del fundador de la dinastía de los Borbones rodó de mano en mano hasta desaparecer misteriosamente. Ayer, un equipo de científicos confirmó que la calavera que reposaba en el armario de un coleccionista jubilado correspondía al monarca al que los franceses apodaron Vert Galant debido a su insaciable apetito por las mujeres.

Los 20 expertos franceses, daneses, italianos y norteamericanos, que durante seis meses han rastreado cada milímetro de la cabeza, exhibieron el descubrimiento en presencia del último descendiente de Enrique IV, Luis Alfonso de Borbón, hijo de Carmen Martínez Bordiu y el fallecido Alfonso de Borbón. El sucesor directo de la dinastía recibirá los restos antes de depositarlos definitivamente en la catedral de Saint Dennis, donde están enterrados los reyes de Francia. La cabeza se reunirá de nuevo con el cuerpo en una ceremonia solemne prevista para este verano.


"Este es el fin de una verdadera investigación policial, con numerosos altibajos", se felicitó Jacques Perot, antiguo conservador del castillo de Pau, donde nació el monarca en 1553. El rey tuvo una vida agitada. Jefe del partido de los hugonotes, Enrique de Navarra se convirtió al catolicismo para poder acceder a la corona de Francia. Cultivado y precursor en su época, en 1598 firmó el Edicto de Nantes, que reconocía la libertad de culto. Celebrado por haber pacificado el país después de 40 años de guerra civil y religiosa, a los 57 años murió asesinado a manos de un fanático católico, François Ravaillac.

También conocido como el buen rey Enrique, el soberano quiso ser embalsamado a la italiana, técnica que consiste en vaciar el cuerpo de sangre pero no abrir el cráneo para extraer el cerebro, por lo que la cabeza quedó bien conservada. Se han encontrado incluso restos de cabello y de la barba con pelos de color blanco y pelirrojo mezclados. Una de las características que ha permitido su identificación es una cicatriz en la mandíbula, fruto de las heridas de arma blanca recibidas en un atentado frustrado perpetrado en 1594. La existencia de una pequeña mancha bajo la nariz y la perforación del lóbulo derecho, que atesta que llevaba un pendiente de acuerdo con la moda de la época en la corte, han sido definitivas para acabar de convencer a los científicos.


Pero las desventuras de Enrique IV continuaron mucho después de su muerte, al ser desenterrado por los antimonárquicos en la necrópolis de Saint Dennis. Durante 217 años, la cabeza real corrió toda suerte de aventuras, que bien podrían inspirar un filme de Indiana Jones. El revolucionario que se llevó la cabeza acabó vendiéndola. Acabado su último viaje, el rey ya puede descansar en paz.

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