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martes, 11 de enero de 2011

EL INVIERNO DEL DIBUJANTE


Aunque hoy en día parezca que la profesión de dibujante de historietas es una cosa muy glamorosa o, como dicen los becarios a pijo, cool, la verdad es que en la década de los cincuenta del siglo XX en España era una actividad que ejercían, con mucho amor, verdaderos obreros del lápiz y la plumilla de tinta china.

La mítica editorial Bruguera, como otras, imponía a sus dibujantes contratos leoninos que suponían unos plazos de entrega imposibles de cumplir y, sobre todo, una total renuncia de los creadores sobre sus propias obras que la editorial vendía, revendía y reeditaba rentabilizando indefinidamente unas obras que a sus creadores apenas les reportaban unos ingresos que le permitían el sustento diario. Yo he conocido creadores que ejercían de cobradores de recibos a domicilio y, por la noches, se dedicaban a dibujar planchas que hoy forman parte de la historia de la viñeta en nuestro país. Muchos de ellos, como pasaba con los escritores de la novela popular de quiosco, estaban obligados a firmar con seudónimos porque formaban parte de los “vencidos” de la Guerra Civil.


El dibujante Paco Roca, Premio Nacional del Cómic 2008, quiso hacer un homenaje a sus maestros, a un grupo de cinco historietistas que fundaron su propia revista, Tío Vivo, para romper la tiranía de las grandes editoriales. Los dibujantes Escobar, Peñarroya, Conti, Cifré y Giner eran los integrantes de la cooperativa Dibujantes Españoles Reunidos (DER). La historia tomó forma en esta novela gráfica que les presento y que, hasta el 13 de enero de esta año 2011, tiene su propia exposición en la FNAC de la plaza de Cataluña en Barcelona.






2 comentarios:

  1. Siempre me parecieron héroes de la pluma estos trabajadores a destajo que tan buenos momentos nos hacían pasar mientras ellos las pasaban canutas ejerciendo su vocación.

    Interesante "El invierno del dibujante", veré si me hago con él.

    Un abrazo.

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  2. Un abrazo, Ilona. Sí, hay historias alucionantes sobre la vida de estos creadores, sobre todo de los escritores de novela de quiosco, que es de los que conozco más. Creo que recordar, por ejemplo, que el gran Víctor Debrigode, después de una noche de juerga y no pudiendo cumplir con el plazo de entrega de una novela, se la dictó directamente al linotipista que se quedó asombrado al poner el punto final de la historia y dijo algo así: "Y encima está bien narrada".

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