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viernes, 17 de diciembre de 2010

Suripanta


En esta nueva entrega de “Viaje a las palabras” voy hablarles de “Suripanta”, palabra que siempre me llamó la atención y quizá para algunos sea la primera vez que la leen. No, no tenemos que remontarnos al latín o al griego para encontrar el origen de este vocablo, ya que es una voz inventada. Todo empezó así:

Suri panta la suri panta,
macatruqui de somatén;
sun fáribun, sun fáriben,
maca trúpiten sangarinén.

¿Cómo se han quedado? Lo explico:

En el año 1866 se estrenó en el Teatro Variedades de Madrid una opereta musical con el pomposo título de: “El joven Telémaco”. La música era del maestro José Rogel Soriano, el primer actor Francisco Arderius. Claro que para nuestra historia quien nos interesa es el autor del libreto y de la extraña letra de la cancioncilla de arriba. Este no era otro que Eusebio Blasco, un arquitecto que dejó la tradición familiar para dedicarse a hacer de gacetillero de revistas satíricas como Gil Blas, aunque también llegó a trabajar en Le Figaro, en París. Luego fue un escritor fecundo de novelas, teatro y poesía. Su obra completa está recogida en 27 volúmenes. Pero, en cambio, se le conoce por la citada comedia que tuvo un gran éxito y que, según cuentan los historiadores del teatro, fue la primera comedia de género bufo estrenada en España. “El joven Telémaco” era una parodia de la conocida novela de François Fénelon, “Aventuras de Telémaco”. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con la suripanta? Pues que, en la comedia, salía un coro de señoritas ligeras de ropa, para escándalo de unos y disfrute de otros, y era la primera vez que se veía tamaña osadía en un escenario patrio.


Las coristas, ataviadas con casco helénico y coraza, cantaban y bailaban enseñando las piernas, las dos, para más señas. En un momento dado tenían que cantar unas estrofas en griego antiguo y, el espabilado de Blasco, salió del atolladero inventándose esas extrañas palabras. Fue tal el éxito de las coristas y la cancioncilla, que la gente se la sabía de memoria y la cantaba por las calles. Pronto las chicas del coro fueron conocidas como las “suripantas” y así fue como llego al diccionario. Claro que la primera acepción es “mujer ruin”, la más usada es la segunda que indica a una corista, mujer descocada y alegre. Sí, también se usa como sinónimo de prostituta, ya saben como es de machista el DRAE, sólo tienen que buscar que significa “hombre público” y “mujer pública”. Claro que también se hizo popular la palabra “macatruqui”, que supuestamente era lo que se hacía con una suripanta. No, esta palabra no fue recogida por el DRAE, y no, no les voy a contar que se hacía con las suripantas. Creo que podíamos comparar el extraño origen de esta expresión con el:

Aserejé ja de jé de jebe tu de jebere
sebiunouva majabi an de bugui an de buididipi.
Aserejé ja de je de jebe tu de jebere
sebiunouva majabi an de bugi an de buididipi.


Se imaginan que dentro de unos años a un sesudo académico se le ocurra llevar al diccionario la palabra “aserejé”. Miedo me da. Por cierto, como no sabía cómo ilustrar esta entrada he aprovechado para traerles a la estupenda y admirada Bettie Page, la pin- up por excelencia y cuya web les recomiendo. No, no es que Page fuera una suripanta, que me perdonen sus seguidores, pero es lo más cercano a una corista que tenía a mano.

© JAVIER CORIA

1 comentario:

  1. No había oído nunca la palabra suripanta. Y la tal Bettie también es un descubrimiento para mí. Gracias, le sigo de cerca.

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