TODOS LOS SANTOS

Como muchas de las fiestas religiosas que han llegado hasta nosotros, Todos los Santos, tiene un origen pagano. Concretamente en la fiesta celta del Samhain, que en gaélico quiere decir “fin del verano”.

Es una celebración agrícola y de recuerdo de los ancestros que tiene más de 3.000 años de antigüedad. Se celebraba el fin del año de la luz, primavera/verano, y el comienzo del año de las sombras, otoño/invierno. Esto coincidía con el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno que se da a finales de octubre y principios de noviembre.

En esta celebración del “Año nuevo” celta se celebraba la “Ceremonia de los espíritus”, que lejos de ser algo tétrico, era una fiesta donde, por medio de médiums y la necromancia, se consultaba a los antepasados que se creía que en esas fechas acudían a sus antiguas casas, con sus familiares.

En las iglesias de oriente, hasta el siglo IV, era una fiesta consagrada a “Todos los mártires” y se celebraba en mayo. Con las invasiones romanas, se cambió la fiesta por la adoración al panteón de dioses romanos.

Es en el siglo IX en que el Papa Gregorio IV quién dictó esta fiesta en occidente como dedicada a “Todos los Santos”.

La cristianización terminó con lo que consideraban la herejía pagana. Pero aún hay vestigios de ella, sobre todo en el norte y el levante de España, donde las tradiciones de ritos agrícolas que se producen en los solsticios, son evidentes como la adoración del fuego y la quema de lo viejo en San Juan.

Como cosa curiosa, decir que los movimientos neopaganos como la wicca y el druismo, siguen hoy en día celebrando rituales en lugares de especial significación simbólica como alrededor de dólmenes o menhires, o Montserrat, entre otros lugares.

© JAVIER CORIA