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lunes, 31 de mayo de 2010

LOS 500 MILLONES DE LA BEGUN


A la memoria de Miguel Salabert

Este ejemplar, intonso, es una de las “niñas bonitas” de mi colección verniana. Editado por Ramón Sopena y traducido por César A. Comet –les invito a buscar la insólita poesía de Comet-, se editó en Barcelona en el año 1933. Además de la novela citada, el tomo incluye la deliciosa novela corta Un invento prodigioso. Recuerdo que éste libro lo compré, barato, paseando con una gran amiga por el rastro madrileño.

Esta novela, publicada en 1879, tiene la importancia de ser un punto de inflexión en la novelística de Verne. Pero antes de entrar en materia quería desfacer un entuerto, el de la autoría. Sí, señores, aunque la novela aparece firmada por Julio Verne, algunos piensan que es una novela apócrifa ya que el argumento no es original de Verne. Si empezáramos a citar los autores cuyas obras están basadas en argumentos ajenos o sacados de la tradición, pasarían por estas páginas desde Cervantes hasta el mismísimo Shakespeare. Pero entremos en materia.

Pascal Grousset fue un periodista y político miembro de la Comuna que se enfrentó a la dictadura del Segundo Imperio, llegando a retar en duelo al mismísimo primo del Emperador, Pierre Bonaparte. En 1870 fue detenido y desterrado dos años después a Nueva Caledonia, de la que consiguió huir en el año 1874 exiliándose en Inglaterra. Fue en su exilio inglés donde empezó a escribir novelas juveniles y de ciencia-ficción utilizando los seudónimos de Philippe Daryl y André Laurie. Curiosamente también escribió mucho sobre educación y deportes. Pero a lo que iba, a través de amigos, Grousset hizo llegar una obra titulada La herencia de Langébol al editor de Verne, Pierre-Jules Hetzel. La opinión del editor fue demoledora, aquello era impublicable, no tenía ni pies ni cabeza. Pero parece ser que la idea de dos ciudades enfrentadas, una alemana, industrial y deshumanizada, y otra francesa, humanista, le gustó al espabilado editor.


La oferta de Hetzel fue clara, le daría el original a uno de sus escritores para que lo recompusiera, a cambio Grousset recibiría 1.500 francos siempre que renunciara a que apareciera su nombre en la obra. Grousset, que era un escritor principiante y apenas se ganaba la vida con ello, aceptó encantado. El escritor elegido fue Julio Verne. Cuando Verne recibió el original, casi lo quema. Dijo que aquello no era una novela, sino una sucesión de ideas que nunca llegaban a desarrollarse del todo. No había dibujo de personajes, ni acción, ni interés narrativo, en fin, que ni la motivación política y filosófica estaba clara en ese relato, más que novela. Parece que Verne no estaba muy contento con el encargo, pero vio en el texto alguna idea que él podía desarrollar. Al final aceptó con la condición de reescribir totalmente la obra. Por desgracia, no se conserva el original de Grousset y no sabemos que hay de él en la obra, una cosa es segura, el argumento era suyo.

Ahora bien, analizando toda la obra de Verne, y viendo que en esta novela hay elementos de sus héroes positivos de su primera etapa, y de los “científicos locos” que caracterizaron su postrera obra más pesimista y catastrofista; además de la correspondencia que se conserva del escritor con su editor, donde se van comentando los avances y las opiniones de uno y de otro sobre la trama, podemos decir que la historia se fue alejando de la idea primigenia de Grousset, pero como dije, respetando su argumento principal. El desenlace espectacular y la huída del héroe, es de Verne, como el cambio de protagonistas. El antagonista al malvado Schulze es Marcel, un personaje secundario en el escrito de Grousset, según se comenta en la correspondencia. Las anticipaciones tecnológicas, también son de Verne, pero hay más, que tiene que ver con la lectura mitocrítica de la obra verniana. En esta novela está presente el rico mundo simbólico y hermético del autor galo. Encontramos el clásico viaje iniciático, con el camino, el aprendizaje con las pruebas rituales y la muerte simbólica que termina en la resurrección heroica. Incluso nos encontramos con la descripción, trastrocando -sí, no me he equivocado, se escribe así; “trastocar” es revolver, no cambiar, como sí lo es el verbo “trastrocar”- un poco el orden, de un rito masónico que nos encontramos en otras obras de Verne. Esta lectura subterránea es muy de Verne, mezcla en una aventura realista y positivista, donde el único conocimiento posible es el derivado de la teoría y el método científico, con lo legendario y la tradición hermética. Todo ello me lleva a pensar que esta novela es pura obra verniana, así también lo pensaba el traductor y estudioso de Verne, Miguel Salabert.


Maliciosamente, en su momento alguien apuntó a Grousset como el “negro” de Verne. La realidad es bien distinta, la colaboración entre los dos escritores se tiene bien estudiada y es conocida y se limita a lo siguiente: Verne utilizó dos argumentos de Grousset, el de la presente novela y el de La estrella del sur. Y luego una colaboración firmada por los dos que fue en Los restos del Cynthia. Desgraciadamente en muchas de las ediciones que nos han llegado sólo aparece la firma de Verne, más conocida y para un editor, más vendible.

Pero como les decía, esta novela significa un cambio en la visión ideológica de Verne. En esta y las siguientes novelas, la ciencia, otrora liberadora, se cierne como una amenaza para la paz mundial y la integridad moral del individuo. No les faltaba razón a estos escritores humanistas de finales del siglo XIX, ya que el siglo XX se estrenó con dos guerras mundiales. En fin, como dice el tango: “…Que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente…”

Verne, cuando escribió esta novela, venía de publicar, cuatro años antes, La isla misteriosa, considerada la biblia de la ideología sansimoniana y positivista de Henri de Saint-Simon y Auguste Comte, y que Verne volcaba en sus historias. El socialismo utópico veía a la ciencia y la técnica como una forma de liberación del ser humano, los escritores de la novela realista científica tenían la misión de formar a la sociedad en los grandes avances del siglo, pero todo esto cambió. La eclosión del colonialismo y el imperialismo desató una lucha por el dominio de las fuentes de producción. La superproducción, la fusión del capital financiero e industrial –magníficamente explicado en esta novela en el capítulo dedicado a la Bolsa- desembocó en la gran crisis del capital de 1875. El científico y el ingeniero pasaron a ser empleados, funcionarios o empresarios de una ciencia convertida en poder económico y máquina de guerra. Para decirlo de otra manera, los escritores humanistas se llevaron una bofetada de cruda realidad que, si me permiten la extrapolación, se parece mucho a la que nos están dando a nosotros con esta crisis creada en los lujosos despachos del capital financiero especulativo.


Pero no sólo la ciencia es el gran tema de Verne, lo es también la geografía. Las grandes expediciones geográficas que Verne describió tan románticamente, que buscaban el conocimiento colectivo de la humanidad, se tornaron en una carrera despiadada por el control, como dije, de las fuentes de producción. En plena época imperialista, el explorador romántico, el héroe que doblega a la naturaleza en su favor, quedó superado por las circunstancias.

A los 500 millones… siempre se le presenta como la gran anticipación de la Alemania nazi. En la novela aparece una ciudad industrial dedicada a la construcción e investigación de armamento que ofrecen al mejor postor. Es una ciudad fortaleza donde el control político y policial la convierte en una dictadura. Esta ciudad está enfrentada a otra ciudad humanista, con grandes avances tecnológicos y que utiliza la técnica y la ciencia para mejorar y alargar la vida de sus habitantes. Las dos ciudades están construidas en Estados Unidos por los herederos, parientes lejanos entre sí, de la fortuna a la que hace referencia el título. El químico alemán Schulze (que tiene el nombre de un célebre alquimista alemán que descubrió el efecto de la luz sobre el nitrato de plata) dirige la ciudad de Stahlstad, mientras el médico francés Sarrasin (Sarracin –sarraceno- fue un trovador anglo-normando del siglo XIII) hace lo mismo con France-Ville.

El enfrentamiento entre el militarismo alemán y el pacifismo francés en tierra de Oregón, es bien curiosa. Pero la ciudad francesa no deja de ser otra dictadura, pero con elementos del socialismo utópico de los falansterios de Fourier y las colonias icarianas de Cabet. Y eso sí, con una agobiante pulcritud y una asepsia que les lleva a segregar a los enfermos. Otro ejemplo, ante la defensa racista de la supremacía pangermánica que hace el personaje de Schulze –el personaje dice que los sajones deben dominar a los latinos, una raza a extinguir- los habitantes de la ciudad francesa ejercen un racismo hacia los coolis chinos constructores de la ciudad. Este racismo paternalista era muy común en la época del colonialismo europeo. El propio Verne era partícipe de estas ideas que entraban en contradicción con la defensa que hizo en sus novelas de muchos movimientos de liberación anticolonialista. Pero para él, como para la intelectualidad burguesa liberal de los salones decimonónicos, una cosa era el colonialismo imperialista británico, y otra el colonialismo francés. A éste último lo veían como fuente de civilización y progreso para los pueblos colonizados. Este paternalismo discriminatorio está patente en el tratamiento que da Verne a los personajes indígenas de sus novelas, pero hay que verlo en su justo contexto histórico. Por otra parte, Verne era capaz de dar el discurso más conservador y retrógrado, junto con las ideas más avanzadas de un filolibertario.

La ciudad del acero de esta novela está inspirada en la fábrica de cañones Krupp de Essen (Alemania), realidad contemporánea a Verne y Grousset. Esta fábrica, como lo sería más tarde la de los aviones Fokker, era una verdadera ciudad industrial que tenía una importante autonomía administrativa y política con respecto al gobierno alemán. La seguridad era prioritaria, y el control policial sobre la ciudad y sus trabajadores se disculpaba con la necesidad de evitar el espionaje industrial. Se puede decir que era una especie de ciudad Estado. En la novela se habla de un futuro armamentista, pero estaba inspirado en una realidad contemporánea a la novela. Para un lector de la época era fácil ver en el personaje de Schulze a Bismarck, el “Canciller de Hierro”. Claro que para un lector actual es muy fácil ver en este personaje verniano una prefiguración de Hitler. Schulze es un fanático racista, megalómano y paranoico, que asigna a sus trabajadores un número y vive en un búnker, llamado en la novela el Bloque Central. No es casualidad que las tropas de ocupación nazi en Francia pusieran esta novela en la lista de las obras prohibidas.

Sería un claro reduccionismo ver esta novela como una historia maniquea, la lucha entre el bien y el mal; ni mucho menos un alegato patriótico ante el conflicto Franco/Prusiano. En esta obra Verne mima literariamente al malvado y a su ciudad kafkiana de acero. Por lo menos las descripciones son más profusas. Aquí hay un viaje a la esencia malvada del ser humano, a los totalitarismos y al peligro de una ciencia sin conciencia. Se ve que en esta etapa de su vida a Verne le atraía más el lado oscuro y misterioso de la realidad, quizá como una expresión de su propia experiencia vital. Las motivaciones personales que también influyeron en su última etapa más melancólica y negativista, son un misterio, aunque son muchas las hipótesis que se barajan, aunque eso sería tema para otro trabajo.


Como no, en esta novela también hay las anticipaciones tecnológicas a la que Verne nos tiene acostumbrado, aquí aparece el antecedente literario de lo que más tarde serían las odiosas bombas de fragmentación que utilizó el ejército norteamericano en la guerra de Vietnam. Las bombas volantes, las famosas V-1 que cayeron sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial, o incluso las satélites artificiales, entre otras cosas. Claro está que yo siempre he pensado que las grandes anticipaciones de Julio Verne son de orden social y político, donde demostró una gran intuición para adelantarse a su tiempo. A destacar también en estas anticipaciones, la vertiente ecológica y la preocupación por un urbanismo racional y acorde con el ser humano. El higienismo que nació en el siglo XIX con el liberalismo también está presente en la obra de Verne.

A Miguel Salabert, no le gustaba nada hablar del Verne profeta, él decía que si la novelística de Verne fuera sólo anticipación, hoy nadie hablaría de Verne, porque no hay nada más caduco que una novela de anticipación cuando es rebasada por el tiempo. La obra de Verne, que tiene diversas lecturas, se enraíza en lo mítico y legendario del subconsciente colectivo y en la tradición clásica, como ya dije más arriba. Cuando en ésta novela el héroe se mete en una ciudad laberíntica, con una geometría mágica, de círculos concéntricos y tríadas, donde hay una Torre del Toro y se hacen alusiones al hilo de Ariadna, la referencia es clara al Minotauro y la Ariadna de la mitología griega. Además, Verne no sólo bebía del mundo legendario, sino que él mismo era un hacedor de leyendas. Sí, a finales de un siglo XIX práctico y cientificista, Verne decía que lo que hoy puede ser inverosímil, puede ser verosímil mañana, gracias a los descubrimientos científicos del futuro. Pero, a pesar de todo, el hombre seguía produciendo leyendas y necesitando la imaginación y lo mágico en el sentido filosófico de la palabra. No cabe duda que Verne fue el último escritor romántico.

En fin, que si después de esto aún siguen pensando que Julio Verne es un autor juvenil y no se lanzan a leer los 500 millones…, será un problema suyo, no digan que no les he avisado.

© JAVIER CORIA
NOTA: Las Ilustraciones son Léon Benett

8 comentarios:

  1. Una vez más, el gobierno de Israel prefiere llenarse de muertos en vez de razones, esta vez matando a, por lo menos, quizá sean más, 10 activistas de una flotilla que llevaba ayuda humanitaria a Gaza. Parece que las más negras prediciones que hizo Verne sobre el armamentismo y la guerra, son una cruda realidad.

    Para seguir el día a día esa misión solidaria:

    http://solidariosengaza.wordpress.com/

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  2. Javier, magnífico artículo, y gracias por la dedicatoria a Salabert. Por lo demás, creo que van ya 30 muertos. ¿Sabes cómo se llama el embajador de Israel en España?... Rafael Schultz. El malvado del la novela que comentas es Schulze…

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  3. ¡Gracias! Creo que el apellido del embajador es Schutz, sin la "l", pero la semenja fonética es clara.

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  4. Gracias, Allan. Esa edición que comentas y que yo reproduzco, es muy buena.

    Aunque este no es lugar para debatir sobre política, amigo, una cosa es el gobierno y el sionismo, y otra cosa es el pueblo judío, pueblo que, en buena medida, también se opone a estas cosas que hace su gobierno, gobierno actual que es especiamente fundamemtalista, cosa que dicen hasta sus aliados naturales. Por lo demás siento que te seintas así, de verdad.

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  5. Allan, he eliminado el comentario que estaba repetido.

    Me ha sorprendido gratamente tu blog sobre la astronomía y Verne, ya está entre mis favoritos. Ya tengo a quién consultar, si me lo permites, sobre estas cosas técnicas que a mi se me escapan. Gracias

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  6. Hay un comentario que fue eliminado por su autor, lo digo por si no se entiende mi respuesta a Allan.

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  7. Por cierto, me informan que el escritor Henning Mankell y la premio Nobel de la Paz irlandesa Mairead McGuire formaban parte de las personas que componían el pasaje de la flotilla que pretendían romper el cerco de Gaza, entre otros, como parlamentarios europeos y judíos, por cierto. Quizá Mankell, qué no sé si aún está detenido, nos escriba una novela estilo "Éxodo" de Leon Uris. Sería una ironía histórica.

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  8. Sí Allan. El prólogo de Salabert es muy bueno, incluso veo que se atreve a cosas que en otros análisis de la obra de Verne, no solía comentar o despreciaba olímpicamente. Me refiero a esa lectura más subterranea o las referencias a la masonería. Saludos.

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