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miércoles, 24 de febrero de 2010

LEWIS CARROLL FOTÓGRAFO

Se conocen las fotografías del reverendo Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll) gracias al trabajo del historiador y coleccionista fotográfico Helmut Gernsheim. El maestro de Carroll en el arte de la luz fue Oscar Gustave Reijlander, un fotógrafo pictorialista algo artificioso. Pero la forma casual en que se descubrió la obra fotográfica de Carroll merece un comentario. Gersheim, de origen alemán, se encontraba en Londres, pero les ahorraré los detalles porque merecerían un comentario aparte; resulta que periódicamente visitaba las librerías de viejo para buscar fotografías antiguas.



En una de ellas, el librero le enseñó un álbum con 70 fotografías de niñas y gente célebre, con la particularidad de que iban con la firma autógrafa de Lewis Carroll. El historiador de la fotografía desconocía esta faceta del escritor, pero no sólo él, sino todos los biógrafos de Carroll que, hasta entonces, nunca habían hablado de ella. El álbum le costó 25 libras de 1947. Preguntado el librero cómo nunca antes había enseñado ese material, dijo que el álbum llevaba 15 años en la librería, pero se había perdido. En una limpieza volvió a aparecer en el sótano del local. El departamento de manuscritos de la Biblioteca Británica hizo los análisis grafológicos y analizó la antigüedad de la tinta. No había duda, eran obras de Carroll.

El propio Lewis Carroll nos dejó un jocoso relato que nos habla de sus aventuras con cámaras y placas. Se trata de El día de asueto de un fotógrafo, donde por cierto, tiene un encontronazo con un labriego que defiende el derecho a la propia imagen de su granja. Aunque hizo fotos de adultos como los retratos de los poetas Alfred Tennyson, Dante Gabriel Rosseti, la actriz Ellen Terry y al mismísimo príncipe Leopoldo, el hijo menor de la reina Victoria, fueron más conocidas sus fotografías de niñas. Precisamente las críticas a estos últimos retratos hicieron que Carroll abandonara la fotografía en 1880 y destruyera su obra de desnudos. Pese a ello se conservan en bibliotecas una docena de álbumes que el propio Carroll confeccionaba, además de 2.700 placas de colodión húmedo. Son retratos y paisajes de una belleza y placidez que, la pátina del tiempo, les ha dado una mayor profundidad estética.



El librito en cuestión se compone del cuento que le da título, quizás el menos interesante, y de otros titulados “La leyenda de Escocia”, “Wilhelm von Schmitz”, “Novedad y agudeza” y “Una fábula enrevesada”. La obra está traducida por Esther Pérez, la cito porque es difícil tarea la del traductor cuando las narraciones de Lewis Carrol están llenas de juegos de palabras. Por ejemplo, en el cuento “Novedad y agudeza”, nos da la medida de lo imposible de hacer llegar la gracia e ironía del sacerdote anglicano cuando se le traduce. En la narración hay una tienda cuyo letrero, para el protagonista, literalmente dice: “Simón Lubkin. Contador de novelas” y la traductora, en un intento de mantener la gracia de un juego de palabras, pone: “Simón Lubkin. Comerciante en Agudeza”. El “comerciante en agudeza” me parece más surrealista y más sugerente que el original. Como un vendedor de “experiencias”, de “palabras olvidadas”, de “de piropos nunca dichos” o de “adjetivos para escritores noveles”.

Eso sí, para los amantes de las matemáticas recreativas y los juegos de lógica, que no es mí caso, les digo que “Una fábula enrevesada” se compone de diez cuentos que encierran problemas de aritmética, geometría o álgebra. En abril de 1880, Carroll empezó a publicar por entregas estos cuentos en el The Monthly Packet. En el libro se recogen las soluciones a los problemas y su explicación. Cuando se publicaron, eran los lectores los que tenían que escribir al periódico con las soluciones. Las contestaciones jocosas del escritor/fotógrafo eran impagables.

En fin, no es que sea una magnífica edición, pero sí curiosa.

© JAVIER CORIA

FOTO: Lewis Carrol, retrato de Alice Liddell. Fuente: http://www.lewiscarroll.org/carroll.html

1 comentario:

  1. He eliminado los comentarios anteriores. Aunque eran dos comentarios verdaderamente elogiosos, lean (corregidas las faltas de ortografía, que eran varias):

    “Que blog tan interesante. Debo decir que en un inicio pensé que seria una pérdida de tiempo, pero después de leer tus post quedé impactado con la calidad de los mismos. Sólo espero que con el paso del tiempo sigas manteniendo la misma calidad, y sobre todo la misma pasión a la hora de escribir”

    En realidad eran producto de una táctica publicitaria, ya que el nombre del comentarista era un enlace a una web de venta de medicamentos por Internet. En fin, dentro de mis posibilidades iré limpiando estas cosas, pero si las detectan ustedes, denme un toque, gracias.

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