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lunes, 8 de julio de 2013

DAGUERRE: EL PRESUNTO INVENTOR DE LA FOTOGRAFÍA


Por Javier Coria

Puede que Louis Jacques Daguerre no fuese el verdadero inventor de la fotografía, aunque su habilidad para perfeccionar los hallazgos anteriores en este campo y su perseverancia lo hicieron pasar a la historia como tal. Creador de las primeras imágenes en tres dimensiones, este pintor amante de la ciencia transformó radicalmente la manera de acercarse al mundo. A partir del daguerrotipo la historia iba a poderse plasmar en imágenes fijas.

Louis-Jacques Mandé Daguerre nació el 18 de noviembre de 1789 en Cormeilles-en-Parisis, una villa a dieciocho kilómetros de París. El apellido Daguerre, de origen vasco francés, aún puede encontrarse en las guías telefónicas de Guipúzcoa. Con trece años comenzó a trabajar como aprendiz de arquitecto en la ciudad de Orleans, pero pronto dejó los planos para entregarse al mundo de la farándula, primero subiéndose a los escenarios para actuar y después como escenógrafo. Para ello se trasladó a París para iniciar su carrera de pintor y aplicar sus conocimientos de arquitectura en la construcción de decorados para la ópera y el teatro. Excelente negociante y con una gran ambición, en 1822 aprovechó sus conocimientos sobre perspectiva y juegos de luces aprendidos en la Ópera de París para montar un negocio junto a su socio Charles-Marie Bouton. La empresa consistía en un espectáculo ilusionista que les hizo famosos, el diorama.

Daguerre en un grabado de E. Deschamp

EMPIEZA EL ESPECTÁCULO

El invento consistía en un decorado de varios planos recortados que, gracias a la combinación de pinturas opacas y transparentes y mediante un juego de luces adecuado, producía un efecto óptico de tridimensionalidad. El decorado asombraba al público que se acercaba a tocarlo para asegurarse que no era real. El sistema tenía su precedente en los panoramas creados por Robert Beker en 1793, en Edimburgo. Se trataba de grandes pinturas circulares que mediante la perspectiva y situando al espectador en el centro creaba una ilusión de realidad. El propio Daguerre había aprendido esta técnica de su maestro, el pintor de panoramas Pierre Prévost. Daguerre para hacer sus dibujos y proyectar las perspectivas de sus dioramas utilizaba la cámara oscura, que ya fue empleada en el Renacimiento por pintores para dibujar y por científicos para observar eclipses de sol.

Gran dibujante y conocedor de los intentos de otros investigadores por fijar las imágenes de la cámara oscura sobre un soporte material, Daguerre inició sus propias investigaciones para lograr este fin. Sin una preparación científica adecuada, nuestro pintor se dedicó a la experimentación empírica. No es posible en este artículo hablar de todos los precedentes de los trabajos de Daguerre porque tendríamos que remontarnos a la prehistoria de la fotografía, pero sí es justo citar a Charles, Wedgwood y Davy.

Grabado mostrando una sesión pública de los dioramas de Daguerre

LOS PIONEROS

En 1780, el físico y químico Jacques-Alexandre-César Charles (1746-1823) era profesor en la escuela pública de París y allí divertía a sus alumnos con un curioso experimento: realizaba retratos de sus pupilos proyectando la sombra de sus siluetas en una hoja de papel impregnada con una dilución de cloruro de plata. El problema era que no tenía un sistema de fijado y la imagen desaparecía por el efecto de la misma luz que la había creado.

En 1800, el industrial inglés Thomas Wedgwood (1771-1805) usaba la cámara oscura para realizar dibujos del natural, y los empleaba en la decoración de porcelanas, no en vano era hijo de un conocido ceramista. Conocía también la sensibilidad a la luz de las sales de plata que ya describiera el alquimista Johan Heinrich Schulze en el siglo XVIII. Junto a su amigo Humphrey Davy (1778-1829) se dedicaron a experimentar consiguiendo registrar los contornos de objetos depositados directamente sobre el papel sensibilizado con nitrato de plata, así realizaron imágenes de alas de insectos, hojas de árboles...  En 1802, Davy publicó estos resultados aunque el problema seguía siendo la larga exposición, que dificultaba su uso en la cámara oscura, y también el fijado, por lo que estos investigadores no profundizaron en sus experiencias.

El químico y astrónomo John Herschel

Ya contemporáneos con Daguerre fueron los experimentos del químico y astrónomo John Herschel (1792-1871), que en 1819 describió la acción del hiposulfito de sosa como fijador de las sales de plata, pero no se le ocurrió aplicarlo a los experimentos de Wedgwood. Hubo que esperar a Niépce, del que hablaremos más adelante, para unir los experimentos ópticos y químicos que fueron la base de la fotografía. Por aquel entonces Daguerre investigaba en secreto y era cliente de los hermanos Vincent y Charles-Louis Chevalier, afamados ópticos de París. Precisamente Vincent fue alumno de Charles y testigo de sus divertimentos con las siluetas. A través de los hermanos Chevalier conoció en 1826 a un personaje clave en esta historia. Eran proveedores de Joseph-Nicéphore Niépce (1765-1833), un exmilitar borgoñés que dedicó la fortuna familiar a los inventos junto con su hermano Claude. Estaba buscando un método para aplicar las proyecciones de la cámara oscura a la piedra litográfica y suplir así el trabajo de los dibujantes.

Niépce. Vista desde la ventana del Gras, 1826. La más antigua fotografía conocida

Ya en 1816, consiguió imágenes débiles e inestables sobre papel a las que llamó heliografías, pero la necesidad de adquirir una cámara oscura de calidad le llevó en 1826 a la casa de los Chevalier. Ese mismo verano y con la cámara nueva, realizó la que es considerada la primera fotografía de la historia conocida hasta la fecha. Se trata de unas vistas del patio de su estudio en Gras. La exposición necesaria fue de... ¡8 horas! Para ello utilizó una plancha de peltre –una aleación de cinc, plomo y estaño- recubierta de betún de judea. Daguerre aún no había conseguido resultados satisfactorios en sus experimentos, y los Chevalier le pusieron en contacto con Niépce. Éste, retirado en provincias y de carácter reservado, desconfiaba del dandi parisino y tardó en contestar a sus misivas. Finalmente Niépce accede a mandarle una heliografía tras recibir un dibujo con alguna base química de Daguerre. El grabador Augustin-François Lemaître, que era amigo de Niépce, le da buenas referencias de Daguerre y durante los tres años siguientes la relación entre los dos inventores será fluida.

Niépce, afectado por la muerte de su hermano, comenzó a preocuparse. Llevaba muchos años de investigaciones y estaba dilapidando su fortuna. El sentimiento de haber dedicado su vida a una quimera y la necesidad de sacar algún provecho material de todo ello, estuvo presente en las motivaciones que le llevaron, en 1829, a formalizar un contrato de colaboración con Daguerre, gran negociante y empresario de éxito con su diorama. El 14 de diciembre de ese año firmaron un acuerdo por diez años, en el texto de dicho contrato se reconocía a Niépce como el inventor de la heliografía. El 3 de julio de 1833, cayó enfermo Niépce muriendo dos días después. Su hijo Isidore ocupó el puesto de su padre en la sociedad. Dos años después, en 1835, Daguerre introdujo cambios en el contrato de la sociedad con el consentimiento de Isidore que por aquella época estaba en una difícil situación económica. Desapareció así la referencia a Niépce como inventor del proceso y, por si no quedaban claras sus intenciones, cambió el nombre de heliografía por el de “daguerréotype”. El propio Isidore publicaría años más tarde, en 1841, un libro poniendo las cosas en su sitio y denunciando los hechos.

Niépce (a la izquierda) y Daguerre (a la derecha) se asociaron en 1829

NACE LA FOTOGRAFÍA MODERNA

Por aquella época, varios investigadores en diferentes países, Inglaterra, Francia, Brasil... ya estaban tras la pista para mejorar el proceso. Daguerre tenía que darse prisa para ganar la carrera y cuentan que un suceso casual le facilitó el camino. Descartadas las placas de peltre, Daguerre se dedicó a cubrir placas de cobre con yoduro de plata, que luego exponía en la cámara oscura. Los tiempos de exposición eran de más de media hora y la poca sensibilidad del proceso no producía imágenes visibles. En 1835, un caso claro de serendipia solucionó el problema. Daguerre había guardado en un armario una placa expuesta pero que no había producido ninguna imagen. Después de varios días, Daguerre se topó con dicha placa y observó que ofrecía una débil imagen. ¿Cómo se había revelado la imagen latente de la placa?... la respuesta estaba en un termómetro roto, ¡los vapores del mercurio habían revelado la placa!

Presentación del daguerrotipo a los académicos en París

En 1837, Daguerre consiguió una imagen clara que fue lavada con sal común para eliminar los restos de yoduro de plata y fijar la imagen. Los tiempos de exposición se redujeron a diez minutos. La imagen del daguerrotipo sobre la superficie pulimentada era muy detallada y debía protegerse con un cristal y sellarse en una especie de cajita para evitar la abrasión y que el aire la ennegreciera. El primer proceso fotográfico practicable estaba inventado. Pero el daguerrotipo tenía un inconveniente, no se podían realizar copias. Esto fue superado en 1841 por un verdadero sabio, William Henry Fox Talbot (1800-1877), que mediante un proceso llamado calotipia consiguió unos negativos de papel inventando el proceso negativo-positivo. Ya desde 1834, Talbot experimentaba con la cámara oscura y con emulsiones de cloruro de plata.

Panorámica del Louvre desde el río Sena. Daguerrotipo del propio Daguerre realizado el 2 de noviembre de 1839

Vista de París captada por Daguerre. La larga exposición hizo que los objetos en movimiento no se impresionaran en la placa, por ello la avenida se ve vacía

UN INVENTO MUY RENTABLE

Daguerre, por su parte,  se lanzó a una carrera para encontrar un respaldo comercial para su descubrimiento. Imprimió folletos, intentó vender acciones... pero se negaba a dar detalles de su procedimiento por lo que fracasó.  Fue entonces cuando contactó con Dominique François Jean Arago (1786-1853), físico y diputado del ala izquierda del republicanismo y miembro destacado de la masonería. Arago inició una campaña para que el gobierno comprara el invento a Daguerre y presentó el invento en la Academia de Ciencias. Tanto apostó Arago por Daguerre que se cuenta que llegó a pedirle a un discreto funcionario que no publicara sus descubrimientos para no perjudicar a Daguerre. Se trataba de Hippolyte Bayard (1801-1887), que desde 1837 investigaba en el mismo campo que Daguerre. La mala suerte de este personaje fue el presentar sus imágenes en el mismo año que Daguerre. Arago le gestionó una ayuda del gobierno de 600 francos para acallarlo, aunque Bayard ya había enseñado unos meses antes sus imágenes en público.


Cámara de daguerrotipos

Folleto del equipo completo de daguerrotipia

En 1839, los rumores de que países extranjeros estaban detrás del descubrimiento de Daguerre y que su diorama sufrió un incendio que lo arruinó, aceleraron los acontecimientos y el gobierno francés compró la patente de Daguerre para ofrecerla al mundo. El avispado pintor se cubrió las espaldas patentando unos días antes su descubrimiento en Londres por sí acaso. El 19 de agosto de 1839, se presentó el descubrimiento con una sala abarrotada de público y corresponsales extranjeros de medio mundo. Daguerre recibió una renta vitalicia de 6000 francos y 4000 para la familia de Niépce. Junto con su cuñado Alphonse Giroux, Daguerre construyó cámaras de daguerrotipia que vendían por 400 francos. Por otra parte, el acuerdo con el gobierno francés incluía la edición de un manual, cuya edición Daguerre siempre quiso controlar y sacar beneficio, a pesar de que su acuerdo con el gobierno le obligaba a desistir de la explotación del descubrimiento.

Opúsculo donde Daguerre explicaba su técnica

El 10 de julio de 1851, Louis Daguerre murió en Bry-sur-Marne. La Sociedad de Bellas Artes le dedicó una lápida con el siguiente epitafio: “Daguerre, pintor, químico, inventor de la fotografía”. Ciento sesenta y cuatro años después, la última afirmación del epitafio aún resulta polémica.

Publicado en la revista CLÍO, año 2,  núm. 21,  julio 2003 (Dossier: “Fotógrafos que capturaron la historia”)

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