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miércoles, 5 de mayo de 2010

LOS “ROBIN HOOD” ESPAÑOLES (y IV)


Joan de Serrallonga (1594-1634)

De nombre real Joan Sala Ferrer fue el más célebre bandido catalán. Militó en la facción política de los Nyerro, que representaban a la clase media campesina y a una parte de la nobleza catalano-francesa. Estaban enfrentados a otra facción cívico-militar, la de los Cadells, que contaban con el apoyo de obispos, la población urbana y la parte de la nobleza partidaria de la monarquía española.

Comenzó con pequeños robos mientras trabajaba de payés, pero después de matar a su delator, se escapó al monte y capitaneó una partida de la que formaban parte cuatro de sus hermanos. No se puede decir que Serrallonga fuera un bandolero político, como la literatura lo ha pintado, pero algunos señores feudales supieron sacar provecho del bandolerismo. Por su parte, Serrallonga era consciente de las simpatías populares que producían sus enfrentamientos con las fuerzas centralistas. La traición de cuatro compañeros de fechorías terminó con el deambular de un hombre ya sin partida que acaudillar, y con la única compañía de su amante Joana Massis, a la que había raptado quince meses antes. Bajo tortura, el reo dio tantos nombres de gente influyente que le había ayudado, desde payeses y curas, hasta alcaldes o miembros del Santo Oficio, que decidieron ejecutarlo sin demora. Antes de subirlo al patíbulo le dieron cien azotes y le cortaron las orejas. Como era costumbre con los bandidos, su cuerpo fue despedazado y su cabeza, a modo de advertencia, se colgó en una de las torres de la muralla de Barcelona. Era el 8 de enero de 1634.

© JAVIER CORIA

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